A metros de Plaza Miserere, se encuentra un restaurante que se volvió un furor a fuerza de sus ceviches y arroces chaufa. Y que no es apto para ansiosos.
Su dueño es un enfermero que siempre llevó la cocina en la sangre, por gusto y herencia. De España a Filipinas y de ahí a la Argentina. La particular historia de esta familia.