Stephen Hawking fue sin duda el científico moderno más reconocible, gracias a sus logros profesionales y a su fuerte resonancia dentro de la cultura pop. Sus apariciones en series como Los Simpson, Futurama, Star Trek y The Big Bang Theory son legendarias.
Luego, una película de Hollywood protagonizada por el oscarizado Eddie Redmayne, llamada The Theory of Everything, cementó su reputación.
Pero su fama surgió por su amor al cosmos. La tesis de Hawking acerca de los agujeros negros y la expansión del universo, le hizo pensar en cómo se originó éste y cómo terminaría teóricamente.
La propuesta de Stephen del universo, comenzando con el Big Bang, plegando su reflexión de que los agujeros negros emitían calor, radiación y empujando la teoría de la relatividad de Albert Einstein con la mecánica cuántica, creó ondas dentro de la comunidad de físicos mundiales.
El libro que lo catapultó a la fama, Una Breve Historia del Tiempo, fue uno de los primeros en hacer accesible el tema de la física. Elevó el campo de la cosmología de un nicho sujeto a un subcampo a tener en cuenta.
Rápidamente rompió las reglas, y se inmortalizó como un pensador creativo, y alguien que tenía una fuerte conciencia de su mortalidad y del funcionamiento del universo. Al mundo no le quedó sino amarlo hasta sus últimos días.
En años más recientes, opinó sobre el papel de la tecnología, de si era posible o no el viaje en el tiempo, y cuestionó que el humano confiara demasiado en la Inteligencia Artificial, aconsejando a ser más cautelosos.
“La tecnología puede aprovecharse para sacar lo mejor de nosotros, siempre que entendamos que debe haber limitaciones”, señaló durante una pasada entrevista.
En cierto modo, la enorme capacidad de Hawking para romper las barreras de su propia discapacidad médica, fue prueba de su gran espíritu humano. La física puede explicar cómo nos movemos a través de los espacios, pero la determinación y el genio que caracterizó a Stephen es incluso más misterioso y asombroso que el Big Bang en sí.