El corrector y el iluminador son productos que no deben faltar al momento de maquillarse, pero en ocasiones se comete el error de confundirlos. Por ello, es importante tener clara la función que cumple cada uno de ellos.
Aunque sus nombres indican claramente su función puede haber personas que los tienden a confundir y hacen que el maquillaje no luzca como debería.
El iluminador es un producto que se utiliza para iluminar el rostro, valga la redundancia, y se aplica en zonas específicas, solo en los puntos donde la cara requiere luz como las aletas de la nariz, el arco de cupido, el arco de ceja, el lagrimal o el hueso del pómulo. Todo depende de las necesidades de cada rostro y del tipo de maquillaje que se quiera lograr.
En ocasiones, cuando la frente es pequeña, se recomienda aplicar iluminador en el centro de ella para lograr la impresión contraria. Generalmente el iluminador, se puede encontrar líquido, en polvo suelto o compacto. El formato líquido es ideal para pieles secas y en polvo para las pieles grasas.
En cuanto al corrector se puede encontrar en diferentes colores y cada uno cumple una función. En general, se utilizan para disimilar y cubrir ojeras, granitos, cicatrices, manchas, rojeces y todo tipo de imperfecciones en la piel.
Los verdes se usan para tapar todo aquello que esté de color rojo en el rostro, como los granitos, manchas, etc. Los de color amarillo son esenciales para las ojeras violetas, el salmón para las más azuladas y los beige se utilizan para disimular manchas o zonas oscuras.
Los tonos naranja de cualquier paleta de correctores se aplican para compensar manchas azuladas causadas por la presencia de venas o hematomas. Y los más oscuros, como el marrón, dan profundidad en el contorneado del rostro y se combinan con correctores de color natural e iluminadores.