George Clooney ya acumula media docena de películas como director desde que estrenó Confesiones de una mente peligrosa en 2002. En cada uno de sus trabajos muestra la influencia de otros cineastas que comenzaron en este oficio antes que él.
Su ópera prima es sobre la historia de un productor de televisión y también agente encubierto de la CIA. En aquella ocasión, medio cuerpo se le puso del color de Steven Soderbergh y el otro de los hermanos Coen, pero la cabeza era la del Spike Jonze de Cómo ser John Malkovich. Quizás por esa razón llamó a Charlie Kaufman, guionista de aquella cinta, para que revolviera un poco más la locura del personaje interpretado por Sam Rockwell.
Para Buenas noches y buena suerte (2005) se puso el traje de director reportero de Alan J. Pakula en Todos los hombres del presidente, la película que más veces señaló como su favorita.
Ambas eran historias de periodistas provocando la caída de un político siniestro pero también la voluntad de hacer cine relevante e informativo. En Ella es el partido (2008) la idea era mostrar una screwball comedy ambientada en el fútbol americano. El traje de Howard Hawks quedó tan lleno de barro como el uniforme de su personaje.
Un dato curioso es que cada tres años se pone detrás de la cámara. Así que dirigió Los idus de marzo en 2011, metiéndose de lleno en la política. Los referentes esta vez fueron dos hombres con el mismo nombre: Sidney Lumet, de Veredicto final, y Sydney Pollack, de Ausencia de malicia.
Monuments Men (2014) se concibió como un homenaje a aquellas misiones para audaces directores como Don Siegel o Robert Aldrich. Ahora con Suburbicon (2017) recuperó un guion perdido de los Coen, que le ofrecieron interpretar hace dos décadas. Y se trata de la primera película que dirige sin aparecer en ella.