Mantener la piel sana depende en gran medida de la alimentación, y también del consumo de ciertas vitaminas que permiten nutrirla desde el exterior.
Todos los tipos de piel -normal, grasa, mixta y seca- se ven afectados por el clima, la edad y la rutina de cuidado, de allí la importancia de las vitaminas para mantenerlas.
En este sentido, el consumo de Vitamina D es importante para reforzar el sistema inmune y disminuir la producción de las glándulas sebáceas. Para ello, se puede salir a un espacio abierto y tomar algo de sol por unos 15 a 20 minutos y, si no es suficiente, se pueden tomar suplementos en cápsulas.
Por su parte, la Vitamina A contiene retinol que contribuye a la regeneración del tejido cutáneo, haciendo que la piel del rostro y del cuerpo mantengan su lozanía y tersura. Esta vitamina también ayuda a retrasar la aparición de las arrugas y contiene antioxidantes.
Otra de las vitaminas que se necesitan para tener una piel radiante es la C, la cual es esencial para la producción de colágeno y para nivelar el tono. De igual forma, es una de las que más rápido se absorbe pero se debe tratar de buscar geles, sérums y tónicos que tengan un bajo nivel de acidez.
La vitamina E es una gran aliada para retardar la acción de los radicales libres en el envejecimiento. El tocotrienol, una de las dos formas del compuesto, se convierte en el primer filtro contra los rayos UV. Además, mantiene la epidermis y dermis hidratadas y tiene un potente efecto antioxidante.
Una de las vitaminas insustituibles es la B6, ya que interviene en la formación de anticuerpos y hasta en los glóbulos rojos de nuestra sangre. Los efectos en la piel se notan en muy pocos días, limpiándola y reduciendo acné, manchas y sebo.