Hace pocos días supimos de la trágica muerte de una de las mentes más brillantes de nuestros tiempos, Stephen Hawking, físico teórico y cosmólogo que por muchos años sufrió de una enfermedad motoneuronal relacionada con la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
Y aunque por décadas estuvo confinado a una silla de ruedas, apoyándose de otras herramientas para vivir lo mejor posible, no fue un obstáculo para que su trabajo, proyectos, descubrimientos científicos y legado siguieran su curso.
El problema fue que su situación médica desgastó el matrimonio con su primera esposa, Jane Wilde, que finalizó en 1995. Para ella, había cuatro dentro de la relación: Stephen, su persona, la enfermedad neuronal y la física.
“Él trataba de explicarme sobre física, y yo en verdad me sentía excluida de su mundo. Eso era todo para él. Por su enfermedad, el ir y venir de sus cuidadores, y el estar en una casa donde no tenía la privacidad que necesitábamos, dificultó nuestra convivencia”, reveló Jane para la página The Guardian.
Para 1977 la familia de Stephen estuvo conformaba por Jane y sus dos hijos, Lucy y Robert. Y si su enfermedad ya no era un obstáculo enorme, se unió la relación agridulce de sus cercanos con su pareja.
“Después que supimos sobre su condición médica, su familia no creía que nuestro matrimonio duraría. Una vez su madre me dijo: ‘No nos gustas, porque no encajas acá’. Llegaron a mudarse cerca de nuestra residencia en Cambridge, para poder estar presentes cuando la relación fracasara”, manifestó la ex esposa del físico.
Luego de entender que nada funcionaría, Jane se tomó un tiempo para arreglar sus asuntos y alejarse por el bien de ambos. En aquel entonces, conoció al músico Jonathan Hellyer, con quien se casó más tarde. Siempre se ha dicho que el tercer hijo de Jane, Tim, es en realidad de su actual esposo y no de Hawking, pero ella lo ha negado.
“Cuando vi por primera vez a Jonathan, nos unió la soledad. Éramos personas solitarias. Al separarme de Stephen, se volvió muy tensa la comunicación. Me tomó años volver a encontrarme. Nunca pude dejar de no preocuparme por mi primer esposo, él dependía de mí. Sólo que nunca pudo apoyarme emocionalmente, y sentía que ya no podía confiar en él”, finalizó Jane.