Hace unos cuantos meses que finalizó la mini serie La Casa de Papel en España, pero de pronto -y de la mano de Netflix- se convirtió en un boom mundial que acumula premios y reconocimientos.
En el plano internacional, sobrepasó las aspiraciones de su creador, Alex Pina, que tomó inspiración del siempre irreverente Quentin Tarantino y su película Reservoir Dogs de 1992.
La historia del excéntrico grupo de ladrones que no se conoce entre sí, guiado por "El Profesor” (Álvaro Morte) para cumplir el mayor atraco de la historia en España, atrapó a miles de seguidores que sin querer se convirtieron en cómplices del sueño irreal de hacerse con 2400 millones de euros.
La referencia con Tarantino sería por ejemplo el nombre de sus protagonistas, cada uno con un color distinto, ¿recuerdan?: Señor Blanco, Señor Rosa, Señor Marrón, Señor Naranja, por mencionar a varios.
Algo así pasó con La Casa de Papel, pero con nombres de ciudades: Tokio (Úrsula Corberó), Río (Miguel Herrán), Nairobi (Alba Flores), Moscú (Paco Tous), Berlín (Pedro Alonso), Oslo (Roberto García), Helsinki (Darko Peric) y Denver (Jaime Lorente).
El singular argumento y el talento de todos como uno solo, conquistó a la audiencia en apenas 15 episodios de 70 minutos de duración, que fueron reducidos después a 40 minutos y dividido en dos temporadas. Pero, ¿Qué hizo posible el éxito de la producción?
Los productores se encargaron de presentar una historia de atraco a una entidad española, donde los asaltantes generaron vínculos especiales con sus rehenes, algunos por interés genuino y otros por mera supervivencia.
Es irreal encontrar el amor en pocos días, y menos en condiciones como esas, pero los escritores ayudaron a que la audiencia se identificara con los personajes y apoyaran sus decisiones.
Otro punto atractivo fue el vestuario de los asaltantes, todo menos discreto. Es decir, un enterizo rojo con máscaras de Salvador Dalí no es precisamente la mejor opción para pasar desapercibidos, y ese claro fue el objetivo de todo el golpe maestro orquestado por El Profesor y sus ayudantes.
La sensación que deja la serie, es como si se tratara de una muy larga película contada por partes. Fue un proyecto ambicioso, pero que funcionó de maravilla para los desarrolladores, desde el primer capítulo.
Un dato curioso es que ninguno de los personajes podía ubicarse en algún bando específico. Ni los policías eran totalmente “buenos”, ni los asaltantes eran en sí los “malos”.
Por ejemplo, varios integrantes policiales de la historia fueron entendiendo de qué se trataba el asalto poco antes del fin, y eso les hizo reconsiderar su posición.
En entrevistas recientes, Alex Pina soltó que tal vez se produzca un spin-off de La Casa de Papel, o que más adelante haya una reunión de El Profesor y su grupo con mente en un botín mayor, como ¿la Reserva Federal de Estados Unidos, quizás? Según parece, todo es posible.