A los 22 años, Gastón Pauls conoció lo que era la fama de la mano de la exitosa tira juvenil Montaña Rusa. Con la popularidad llegaron nuevos proyectos y un mejor pasar económico, pero también el vértigo ante la vorágine de la cima y un posterior descenso a los excesos.
Tras años de oscuridad, Gastón disfruta de la nueva oportunidad que le dio el destino y, a los 47, divide sus compromisos entre la pantalla grande y su nueva vida testimonial por las rutas del interior de Argentina. Desde hace un año y medio, el actor recorre el país dando conferencias para compartir su experiencia en la lucha contra las adicciones. “No paro de dar charlas, estoy al mango total”, le explicó a Ciudad, desde la ciudad cordobesa Corral de Bustos, en medio de una ajetreada gira por la provincia.
Nacido en el seno de una familia laica, en su hora más oscura Gastón se aferró a la fe y a Dios para poder salir adelante. Su primer acercamiento a la religión se dio por casualidad en 2003, cuando con su recordado ciclo Ser Urbano fue a cubrir un evento del pastor evangélico Luis Palau.
“Yo no creía en nada. Era absolutamente laico. Verlo predicar en el Monumento de los españoles fue realmente impactante. Yo no tenía ningún tipo de acercamiento religioso evangélico, pero me conmovió la esperanza y la hermandad que había”, le contó a Ciudad. Años más tarde, Gastón terminaría interpretando al líder religioso en Palau, el filme basado en la vida del pastor evangelista, disponible en la plataforma digital iTunes para toda latinoamérica.
"Las charlas son un testimonio en primera persona. Cuento lo que me pasó, lo que viví, lo que sufrí y también por dónde apareció mi recuperación. De alguna manera, es compartir y ojalá eso sirva para prevenir".
-Mirando hacia atrás, ¿podés identificar el clic en el que se te abre una inquietud hacia la fe?
-Sí, clarísimo, en el año 2007 cuando, después de intentarlo de un millón de maneras, no podía dar con nada que me hiciera salir de la adicción y el consumo. Había intentado ya todas las maneras posibles y, en la hora más desesperada, como le ocurre a muchos no creyentes, no fui el único que levantó la mano y le pidió ayuda a Dios. Y la ayuda vino.
-¿Hoy te identificas con alguna religión o simplemente con un ser superior?
-Me identifico con la fe, con Dios y lo que Dios día a día hace en mi corazón. Yo trato de predicar con eso. Cuando uno predica está dando un testimonio, nada más. Me refiero a la prédica como palabra y a orar como hablar. Entonces, me refiero a la relación que uno pueda tener con Dios. Cuando uno ve la naturaleza como las Cataratas del Iguazú, decís ‘esto no está hecho por un arquitecto humano’. Sirve para salir un poquito de la demagogia y el egocentrismo. Está bueno saber que hay algo por encima nuestro.
-¿Vos te encuadrarías dentro de la iglesia evangelista o de la católica?
-No, en ninguna. Hoy me considero una persona de fe.
Gastón Pauls, caracterizado como el pastor Luis Palau.
-¿En tu caso la contención de Narcóticos Anónimos no fue suficiente?
-Yo no cuento mucho… lo que comparto es que voy a un grupo anónimo de recuperación, un grupo donde anónimamente nos ayudamos entre nosotros. Siempre despego el nombre de Narcóticos Anónimos. Yo voy a un grupo anónimo.
-¿No es lo mismo entonces? Pregunto desde la ignorancia...
-Todo bien, no hay problema. Yo nunca pego a Narcóticos Anónimos, yo voy a un grupo anónimo recuperación. Yo ya había arrancado mi recuperación y para mí fue fundamental ese primer paso. Levanté la cabeza y pedí ayuda a Dios. Después empecé a ir a este grupo anónimo de recuperación y, después de eso, conecto mucho más fuerte todavía con la fe.
"En 2007, después de intentar de un millón de maneras de salir de la adicción y el consumo, en la hora más desesperada, levanté la mano y le pedí ayuda a Dios. Y la ayuda vino. Yo trato de predicar con eso. Cuando uno predica está dando un testimonio, nada más".
-Fue como una unión de fuerzas entonces.
-Absolutamente. Además, están ligadas; uno pide ayuda y empieza a recibirla, a estar limpio, a encontrar otro estado emocional y espiritual, las cosas se empiezan a enganchar todas juntas.
-Mirando hacia atrás, ¿te arrepentís de algo o lo vivís como el camino que te llevó a este presente?
-Me lo pregunto mucho... pero no podría arrepentirme. Evidentemente, es parte de lo que tuve que vivir y lo único que tengo que hacer es recordar diariamente dónde estuve para no volver a estar ahí. Pero a mí también esta experiencia me permite hoy estar dando estas charlas. Ya hablé ante más de 60 mil personas así que para mí es parte del camino. No hay arrepentimiento, lo que hay es memoria constante de dónde estuve y dónde no quiero volver.
-Capitalizar la experiencia, digamos.
-De eso se tratan estos grupos de recuperación anónimos. Uno va y escucha, y cuando aparece una persona que entra al grupo y viene de tener una recaída hace dos días, y ves el estado anímico, espiritual, físico y mental en el que está, te recuerda inmediatamente de dónde venís vos. El valor terapéutico de un adicto que ayuda a otro no tiene igual.
"Sería muy poco coherente si no comparto con mis hijos lo que me pasa. Esto no se consensúa con Agustina, es algo que siento que está bien y ella está de acuerdo. Nunca me ha dicho ‘no lo hagas’. Me siento con la felicidad y la libertad de poder hacerlo".
-¿Por eso es tan fuerte testimoniar y escuchar al otro?
-Por eso sigo yendo y voy a seguir yendo toda la vida. La adicción es una enfermedad que no tiene cura conocida, lo que tiene son tratamientos y lugares en los que uno puede trabajar diariamente para recuperarse. Para vivir en recuperación. Yo vivo en recuperación.
-¿Bajás este mensaje a tus hijos, Muna (10) y Milo (7)?
-Absolutamente, uno va bajando la experiencia y trato que eso que comparto en una charla frente a dos mil pibes, les llegue. Sería muy poco coherente si no comparto con mis hijos lo que me pasa.
-Hace años que ya no son pareja con Agustina Cherri. ¿Cómo manejás este tema con los chicos? ¿Se consensúa o ella comparte tu visión de la vida?
-No, no se consensúa, pero evidentemente es algo que yo siento que está bien. Lo comparto con mis hijos y Agustina está de acuerdo. Nunca me ha dicho ‘no lo hagas’, en ese sentido me siento con la felicidad y la libertad de poder hacerlo.
Gastón con sus hijos, Muna y Milo. (Fotos: Instagram)
-¿Y estas charlas son motivacionales?
-Son un testimonio en primera persona. Cuento lo que me pasó, lo que viví, lo que sufrí y también por dónde apareció mi recuperación. De alguna manera, es compartir y ojalá eso sirva para prevenir. En este año y medio, he recibido mucha devolución: desde gente que en una charla levanta la mano y dice ‘yo soy adicto y es la primera vez que lo digo’ hasta otros que cuentan que su padre o su madre lo están haciendo. Son muy potentes las charlas.
-Vi que diste charlas para adolescentes. ¿Es ese el público?
-Es mezclado, muchas veces son en colegios. Hoy hablé frente a más de mil chicos chicos de 11 a 18 años. Es conmovedor porque no es tan fácil mantener a 1500 pibes escuchándote en absoluto silencio durante una hora. Y que después encima pregunten y comenten, cuenten historias de sus casos y su relación con la droga, que tristemente no es un tema solucionado en ningún lugar del mundo. Es complejo y se empieza cada vez a edades más más tempranas.
-Y también hay más ofertas de distintas cosas.
-Absolutamente, es mucho más fácil conseguir ahora que hace 30 años. Es un tema cada vez más complejo y cada vez se nos va más de las manos.
-La gran mayoría de estos chicos probablemente no te conozca como una figura de la tele. ¿Cómo te reciben?
-Me pasa de todo, muchos saben de mí porque sus padres les cuentan. Yo no hago tele y tampoco voy a la tele hace varios años. Está bueno eso porque no está cierta cosa bastante banal y liviana que a veces genera, ¿no? En la que los pibes van a sacarse la foto o a gritar. Acá muchos no tienen idea y me alegra también porque estoy hablando como un ser humano y no como ‘el tipo de la tele’.
"Voy a un grupo anónimo de recuperación y voy a seguir yendo toda la vida. La adicción es una enfermedad que no tiene cura, lo que tiene son tratamientos en los que uno puede trabajar diariamente para vivir en recuperación. Yo vivo en recuperación".
-¿Cómo empezaste en este camino de dar charlas?
-Hace mucho tiempo me invitaron a dar una conferencia frente a tres mil pibes y, a partir de eso, me empezaron a convocar. La primera fue por una mujer en recuperación de Posadas, Misiones, que quería que compartiera mi historia. Y ahí me empezaron a llamar de varios lugares.
-¿Y cómo es esta nueva vida nómada? ¿Vas solo en tu auto o te acompaña alguien?
-Ahora estoy con un amigo que se llama Andrés, que me ayuda con todo. Depende, el año pasado fue de mucho laburo en cine. Hice siete películas y, este año, ya filmé una, ahora filmo otra, me voy al festival de cine de San Sebastián, al de Venecia. Todo esto lo organizo entre medio de los viajes de mi laburo como actor. Ahora estoy haciendo cine, pero también hay una posibilidad de llevar este proyecto la tele y reflejarlo en una serie de informes. De a poco me voy acomodando, estoy viajando mucho, pero me hace bien y lo necesito también. Es parte de mi recuperación.
-Con tanto trabajo y viajes en la agenda tan apretada, ¿se te complica para ver a tus hijos?
-Por eso elijo no hacer televisión. Hubo algunas propuestas y las agradecí, pero en el cine laburás un mes intensamente y después tenés un mes libre para estar con tus hijos. También a algunos viajes me he ido con mis hijos. Ellos saben que yo doy estas charlas, saben en mi historia. Todavía no me acompañaron a una charla, pero saben de qué hablo.