A los 52 años, Inés Estevez se muestra como una mujer fuerte y bien plantada frente a la vida y su profesión. “La madurez tiene que servir para algo, no solamente para que la ley de gravedad opere sobre tu cuerpo”, dispara sin vueltas, frente al micrófono de Ciudad. Actriz de raza -frase remanida, pero no menos cierta-, actualmente se luce en El Maestro (miércoles, a las 22.45 horas), la miniserie de doce episodios que se emite por la pantalla eltrece, junto a Julio Chavez y un elenco de lujo. De mirada penetrante y tono pausado, Inés habló de su profesión, las críticas que recibió en redes sociales por el romance de ficción con Luz Cipriota y mucho más.
-Interpretás a Paulina, a quien definiste como “la mala”. ¿Te gusta más hacer personajes así?
-Me encanta porque son los personajes más rotos, más reñidos, más contradictorios, con más rango expresivo. Sobre todo porque ella no es lineal, sería simplista decir que es mala. Es un personaje que tiene un gran resentimiento, un dolor que no pudo sintetizar de modo positivo entonces se ensaña con el objeto amado, que es el personaje de Julio.
"La madurez tiene que servir para algo, no solamente para que la ley de gravedad opere sobre tu cuerpo. Y me ha otorgado una búsqueda de la excelencia con un grado de flexibilidad muy grande".
-¿Tiene más matices?
-Me gusta la posibilidad de componer, me gusta hacer personajes, encarnar otras personalidades diferentes a las mías. Creo que la corrección es enemiga del arte, a mí me gusta el riesgo, me gusta encarnar personajes que no conozco, que no vi nunca, seres que a priori no sé cómo son porque no se parecen a nadie conocido y menos a mí. Eso es lo que me parece más lúdico, los más encantador de esta profesión: ponerse en la piel de personajes que uno no tiene ni idea de haber visto en la vida real. Me gusta recurrir a lo que uno hacía cuando era niño, a la imaginación.
-Resaltás que Paulina es muy distinta a vos. Así y todo, ¿te ves reflejada en ella en algunas cosas?
-Solo en la pasión por la danza porque desde los 4 a los 13 años estudié danza clásica y fue mi primera vocación. Tengo recuerdos de llorar por la emoción al ver bailar por esa expresión artística, el baile se parece mucho al estado de trance. La danza fue mi primer contacto con esa magia. Es como volver a un primer amor.
-¿Sos muy exigente en tu profesión?
-A mí me gusta la búsqueda de la excelencia, pero la madurez tiene que servir para algo, no solamente para que la ley de gravedad opere sobre tu cuerpo. La madurez me ha otorgado una búsqueda de la excelencia con un grado de flexibilidad muy grande.
-En la serie vivís una historia romántica con el personaje de Luz Cipriota. ¿Cómo fue la dinámica?
-Fue hermoso, Luz es una actriz joven con una fuerza y una disciplina muy grande. Baila maravilloso y es muy buena actriz. Hubo un casting con Luz y la respuesta de ella fue de una potencia y una claridad de enfoque enorme. Es una delicia de persona.
"Me encanta hacer de mala porque son los personajes más rotos, más reñidos, más contradictorios, con más rango expresivo. Lleva un dolor que no pudo sintetizar de modo positivo entonces se ensaña con el objeto amado, que es el personaje de Julio".
-¿Les explicaste algo a tus hijas, Cielo (7) y Vida (8), sobre lo que pueden llegar a ver?
-Mis hijas no ven este tipo de televisión, a esa hora están dormidas. Todavía no entienden mucho de todo eso así que no hay nada que hablar. Pero si hubiera que hablarlo, no habría ningún problema. Igual, he recibido comentarios bastante arcaicos por las redes con respecto a la historia. Justamente, es tan delicada la miniserie que el acento no está puesto ahí. Se da por sentado que son una pareja, que conviven y tienen un vínculo profundo, pero el acento no está puesto en el morbo de la relación entre dos mujeres.
-Has publicado en tus redes sociales varios descargos sobre distintos temas: las críticas al cuerpo de la mujer, el autismo y el padecimiento de una de tus hijas, la inseguridad y otros. ¿Es tu forma de trascender la pantalla e interpelar a tus seguidores?
-La verdad es que lo hago como una exudación y nunca pienso en el alcance que eso va a tener. Tanto el posteo del cuerpo como del Día del autismo están relacionados con algo que me gusta señalar que tiene que ver con la intolerancia social a todo lo que es diferente y singular. La falta de tolerancia y el condicionamiento socioeducativo y cultural frente a todo lo que es distinto, ¿no? Sea de la categoría que sea. Pero no lo hago intencionalmente ni escribo pensando en el resultado. Es una forma de comunicación constructiva sobre temas que me resultan de importancia social. Y luego pasa que me encuentro azorada por el rebote que tuvo. Me interesa crear conciencia con respecto a ciertos temas.