Mientras todo esto sucedía, en el sudeste asiático, se desarrollaba una vergonzante guerra los -que se nutría, justamente, de jóvenes, a quienes, al cabo de unos meses, el gobierno devolvía mutilados, o en un cajón envuelto con una bandera, o, en el mejor de los casos, definitivamente trastornados.
En el interior del país, en cambio, se libraba una guerra sorda contra el alistamiento compulsivo, los prejuicios raciales y el orden conservador. A esta luz el "sueño americano" ya no les producían ilusión alguna a los hijos de quienes habían creído en esa fantasía. Ahora se trataba de cambiar la vida y el mundo, y la música estaba cargada de ideología.
Dicho de otro modo, entre la trama de una película con Doris Day y lo que dice la letra de cualquier canción de Bob Dylan o del primer disco de The Doors había toda una galaxia donde entraban las diferentes versiones de lo que se llamó contracultura: negación del sistema capitalista, opciones políticas no tradicionales, búsqueda de otros modelos de sociedad, incipiente ecologismo, culto del amor libre, consumo de drogas para expandir la conciencia.