Generalmente elegimos los lugares más cómodos, más mullidos, más aislados para tener sexo. Porque no queremos que nadie nos moleste y no queremos tener que preocuparnos por nada. Sólo disfrutar. Aunque a veces, el lugar incómodo, ahí donde en cualquier momento alguien puede encontrarnos in fraganti es el lugar indicado.
De hecho, casi sin querer hay un montón de lugares que, sin que nadie diga nada, terminan siendo espacios públicos sex friendly. Por ejemplo, un auto a la noche, un baño en una fiesta, algunas plazas oscuritas. De alguna manera todos sabemos que ahí puede haber gente haciendo "algo", y los que hacen "algo" saben que ahí los pueden encontrar. Y casi casi como que estamos todos de acuerdo.
Entonces, cabe suponer que la cosa gira en torno al riesgo de que te encuentren a medio desnudar, medio abrojado a alguien y con cara de voy a acabar. Y hasta ahí todo muy divertido. Pero ¿qué pasa si efectivamente alguien te encuentra? ¿a dónde termina el sexo público cuando es finalmente descubierto?
Daniela no se hizo mucho problema. Estaba teniendo sexo con un desconocido en el baño de la casa de alguien a quien tampoco conocía. Era el cumpleaños de no sabía quién, obviamente. Estaba con el vestido enroscado en una pierna, sentada arriba de su amante, teniendo sexo en el inodoro, cuando alguien abrió la puerta. El baño, que estaba a oscuras, se iluminó. El muchacho que la penetraba sacó la nariz de entre sus pezones y le dijo a quien sea que abrió la puerta "Soy yo, Fulanito ¡Cerrá la puerta!".
Y el inoportuno visitante cerró la puerta y se fue (seguramente a hacer pis en un arbolito). Daniela se escapó de la fiesta, tal y como había entrado: haciéndose la b... ¿El sexo? Bien, siguieron después de la interrupción como si nada hubiera pasado.