Al sol se está espléndido. Isha está despierta este mañana y eso es una gran ventaja en estos tiempos de zombies con traje y corbata. Pero ella no está despierta porque sea un maravilloso día de luz en Buenos Aires y quiera disfrutarlo en una plaza panza para arriba. Parece que no le hace falta la puesta en escena: Isha sabe bien cómo es eso de abrir los ojos para contemplar el sol -o el universo entero, en realidad- tal cual y como es. ¿Quién es esta chica?, dirán ustedes. Para empezar, su nombre no es su nombre: Isha significa "conciencia humana completa" y se lo puso hace unos diez años. Momento en el que esta morocha, antes de tener la sonrisa clara y la mirada brillante, era Jennifer Lee Duprei, una australiana con "miedo al abandono" y "mucho odio" por sí misma que se cansó de sufrir.
"Fue tan simple como eso. A los 28 años perdí todo lo que tenía y atravesé una gran crisis. Tuve muchas muertes en mi familia y perdí absolutamente todo. Desde ese momento en adelante, comencé a reconstruir mi vida; llegué a un punto en el que ya no quería estar con miedo", contó. Después de semejante mala racha y con la decisión irreversible de no darse por vencida, Isha empezó con su trabajo de sanación interior y redefinió los parámetros equivocados: "Sí, busqué un camino más sincero, más verdadero, sin tanta máscara social". Así fue como, tiempo más tarde, se convirtió en lo que es hoy: la autora de varios libros ("La revolución de la conciencia I y II", "¿Por qué caminar si puedes volar?" y "El diamante negro de Atlantis"), la protagonista de una película y la maestra de varios centros de apertura de conciencia.
Más allá de su origen australiano, Isha decidió venirse a Sudamérica. Ahora vive en Uruguay y viaja bastante seguido a la Argentina, donde también abrió una de sus sucursales. Así es el mundo Isha. Cambiante. Viajero. Inocente. Uno sabe dónde empieza pero no sabe dónde va a terminar: llegó a los medios como la nueva guía espiritual de los famosos, pero ya trascendió rótulos del márketing: es la escritora, es la maestra, es la mujer que fue adicta y es la que vivía con un celular en la mano pero que no sabía lo que era detenerse a escuchar el sonido del mar. Es la que ya no vive así. Es la que cambió y es la que inspiró el cambio en otros. Ayudó a modificar la vida de sus vecinos, trabajó en cárceles, hospitales y hasta difundió la "iluminación" entre guerrilleros colombianos. Todo con la misma sonrisa clara y la mirada brillante.
"Una persona conciente es tan sólo un niño inocente que vive ciento por ciento en cada momento, dando amor a sí mismo y a todos los demás", reflexiona y, al ratito, como una nena verborrágica, dice que ya no se deprime, que ya no siente culpa, que ya no tiene más miedo a nada. ¿Leyeron bien? No tiene más miedo a nada.
Y se la ve feliz con eso. Tanto que avisa que adora la paz. Y evidentemente, la adora porque la conoce de cerca.