En entrevista con Ciudad.com, el bajista de Muse habló, entre otras cosas, de la grabación de su disco en vivo, de las ganas de conocer al Diego y sus planes futuros.
"En realidad, no estuvimos tocando mucho este año", afirma Chris Wolstenholme, bajista de Muse, banda inglesa que por estos días se estuvo presentando en nuestro país. La lista de países visitados antes de su gira sudamericana incluye únicamente Sudáfrica y Dubai. También realizaron un show en Londres, pero luego de girar intensamente durante el 2007, los británicos decidieron recluirse en su estudio (ubicado en Italia) para comenzar a darle forma a lo que será el sucesor de Black Holes and Revelations (2006), el único disco de la banda editado oficialmente en nuestro país, cuyo corte "Starlight" rotó por varias FM (ver video 2).
El año pasado, en cambio, Muse se dedicó a presentar su último trabajo a lo largo del mundo, desde Europa, pasando por Estados Unidos, hasta Asia, continente en el que tocaron por primera vez. Uno de esos shows fue una suerte de bisagra: en junio del 2007, tocaron frente a un estadio de Wembley repleto, y decidieron registrar el concierto, que en marzo de este año fue editado en formato CD y DVD.
El nuevo disco de estudio de Muse se encuentra aún en etapa de pre-producción. Hay composiciones dando vueltas, pero la banda básicamente está experimentando en el estudio. Y contar con uno propio les permite manejar sus tiempos: "No hay apuro", reconoce Chris, que calcula que recién comenzarán a grabar los nuevos temas a finales de este año o principio del que viene.
Rock sin butacas
Lo de Muse en el Gran Rex fue abrumador. En todo sentido. La potencia de la banda sobre el escenario se hizo sentir, tanto en el cuerpo como en los sentidos. Apenas se apagaron las luces del teatro, el público se despegó de sus butacas, y nunca más se volvió a sentar.
Y los ingleses hicieron lo suyo. La pared sonora que generan en formato power trío + uno (guitarra, bajo, batería y sintetizadores de ocasión) es impresionante, aunque a veces resulta un tanto ensordecedora. La puesta ayudó -y mucho- a generar un ambiente propicio: una pantalla gigante con proyecciones por algunos momentos psicodélicas, y luces de todos los colores y desde todos los ángulos posibles, terminaron de redondear el combo.
Por las características del espectáculo, quedó la sensación de que a Muse le hubiera sentado mejor otro tipo de escenario, con una acústica diferente, más cercana al rock de estadios (pequeños) que a la perfección sonora de los paneles acústicos y la comodidad de las butacas. De todos modos cumplieron con creces, y el público se los hizo notar.
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