Una geisha, esa muñequita de porcelana, muy pintada, con peluca y kimono, que danza y canta, sabe caligrafía, ikebana, servir el té y conversar en reuniones de alto nivel, cuenta en un blog sus impresiones sobre el sistema ritual que viene declinando. Ichimane, la joven aprendiz de apenas 18 años, hace poco más de un año decidió abrir un blog para contar al mundo algunos de sus secretos. Y Aunque en realidad está todo en japonés, recibe miles de visitas desde Italia, Brasil y Estados Unidos, entre otros países. En el mismo blog aclara que lo hace para perpetuar la tradición: alentar a otras chicas a convertirse en "maiko", es decir, en sumarse a esta "carrera" que dura seis años, y de paso combatir los estereotipos del mundo occidental sobre esta práctica tan hermética como antigua.
Desde el barrio geisha de Kyoto, donde se concentran las jovencitas niponas que dedican su vida a esta institución, relata que maquillarse para obtener ese color blanco tan particular en el rostro y el cuello le lleva media hora. "El oshiroi es diferente del maquillaje clásico", dice: "yo humedezco el polvo con agua y me lo aplico extendiendolo con cuidado en mi rostro, mi cuello y mi espalda, para destacar el amplio escote característico de las geishas". "Agrego un toque de rojo y marrón en mis cejas y párpados, un poco de fondo rosado en los pómulos y completo con un lápiz de labios bermejón", explica la chica que se prepara desde los 15. Sus maestros, bien predispuestos a promocionar su casa de té, la autorizaron a publicar detalles de su vida cotidiana en el blog, aunque tiene prohibido revelar la intimidad de las veladas o banquetes privados que allí se realizan.
"Una maiko no se acuesta nunca -digo bien nunca- con un cliente. Su papel es divertir a la clientela, cantar, danzar, alimentar la conversación", afirmó Susumu Harema, 35 años, uno de los gerentes de la casa de té en la que es educada Ichimame. A diferencia de la película de Rob Marshall, Memorias de una geisha, no cuenta mucho de los rituales para transformarse en objeto de deseo de cualquier hombre. Aunque, muy a pesar de las fantasías occidentales sobre el sexo, Ichimane no habla del tema porque precisamente esa práctica no está entre las que una geisha necesitaría aprender.