Zygmunt Bauman fue uno de los grandes pensadores del siglo XX y XXI. Su mirada sobre la sociedad moderna sigue vigente, sobre todo cuando se trata de entender por qué la felicidad parece cada vez más esquiva.
El filósofo polaco-británico, que murió en 2017, dejó una frase demoledora: “Hay muchas formas de ser feliz, pero en la sociedad actual todo pasa por una tienda”.
Así, puso el foco en cómo el consumo se transformó en el atajo más rápido –y a la vez más efímero– para sentirnos bien.
De la “sociedad sólida” a la “modernidad líquida”
Bauman fue el creador del concepto de “modernidad líquida”, una idea que marcó a toda una generación. Según él, antes la vida era otra cosa: en la “sociedad sólida” del pasado, la gente trabajaba en un solo lugar, formaba familias estables y envejecía en un entorno que casi no cambiaba.
Pero hoy, todo es provisorio. El trabajo, los vínculos y hasta la identidad se volvieron frágiles y cambiantes. Para Bauman, ya no somos lo que hacemos, sino lo que compramos. La identidad, que antes se construía con esfuerzo, profesión y valores, ahora se define por lo que poseemos.
El consumo y la ilusión de la felicidad
El filósofo no negaba que comprar pueda dar placer, pero advertía que se trata de una satisfacción fugaz. Apenas se desvanece, aparece la necesidad de buscar la próxima adquisición para volver a sentirnos bien.
“Al ir a las tiendas a comprar felicidad, nos olvidamos de otras formas de ser felices, como trabajar juntos, meditar o estudiar”, sostenía Bauman. Así, la felicidad se vuelve un producto más, y la búsqueda nunca termina.
La ciencia le da la razón
La neurociencia confirmó lo que Bauman anticipó: actividades como hacer ejercicio, conversar, leer, cantar o ayudar a otros disparan en el cerebro las mismas hormonas asociadas a la felicidad: dopamina, oxitocina, serotonina.
Sin embargo, en la “sociedad líquida”, estas experiencias pierden valor frente a la promesa rápida de satisfacción que ofrecen las compras y las pantallas.
Un estudio de la Universidad de Harvard demostró que las relaciones humanas son el factor más estable para una vida feliz, pero también uno de los más descuidados en la cultura de la inmediatez.
Quién fue Zygmunt Bauman, el padre de la “modernidad líquida”
Zygmunt Bauman nació en Poznan, Polonia, en 1925, en una familia judía. Huyendo del nazismo, vivió primero en la Unión Soviética y luego regresó a su país, donde fue profesor en la Universidad de Varsovia.
A fines de los años ’60, emigró a Israel, Estados Unidos y Canadá. Desde 1971 vivió en Inglaterra, donde fue jefe del departamento de Sociología de la Universidad de Leeds hasta su retiro en 1990.
Después de esa etapa, publicó sus ensayos más influyentes, como “Vida líquida”, “Amor líquido” y “Vidas desperdiciadas”, que superaron el mundo académico y marcaron a la sociedad moderna.
En 2010, junto al sociólogo Alain Touraine, recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.
Las ideas de Bauman siguen más vigentes que nunca: en un mundo donde todo parece pasar por una tienda, su llamado es a buscar formas de felicidad que no se compran ni se agotan en un instante.



