"Estoy harto de verme en pantalla y entiendo a cualquier otro que esté harto de mí (risas). Cada vez que puedo sugerir que vuelen un plano mío, lo hago".
Después de Tesis sobre un homicidio, Ricardo Darín (56) vuelve a apostar al suspenso con Séptimo, un intenso thriller protagonizado con la actriz española Belén Rueda, en coproducción con Argentina y España.
El film, que se estrena el jueves 5 de septiembre en nuestro país, es el segundo trabajo como director del español Patxi Amezcua, quien escribió el guión junto al argentino Alejo Flah. El elenco se completa con Osvaldo Santoro, Guillermo Arengo, Jorge D'Elía y Luis Ziembrowski.
La historia atrapa desde el comienzo, cuando una simple costumbre cotidiana deriva en la peor pesadilla. El personaje de Darín juega con sus dos hijos a ver quién baja primero del séptimo piso: ellos van por escaleras y él por ascensor. Pero al llegar al hall de entrada, los chicos ya no están. A partir de ahí comienza una búsqueda desesperada que se entrecruzará con la crisis matrimonial que atraviesa con su mujer (Rueda).
"Un día estando en mi casa de Mar del Plata recibí un llamado a las seis y media de la mañana para comunicarme la muerte de un amigo (Alberto Olmedo). Fui al balcón y vi una multitud en la calle comprobando lo que habían contado. Me tuve que agarrar del balcón porque sentí que me quedé sin rodillas", rememoró Darín, al recordar cómo reaccionó ante una situación extrema como la que afronta en la película.
En diálogo con Ciudad.com, el actor contó qué lo atrapo de la historia y luego se metió en otros temas: su oficio, la admiración por su hijo y el recuerdo de la trágica muerte de Alberto Olmedo en el verano de 1988.
-Venís de hacer Tesis sobre un homicidio y ahora apostaste a otra película de suspenso e intriga. ¿Qué te atrapó del guión?
-La estructura, básicamente. Te permite hacer un trabajo distinto, por esto de enloquecerse en 12 horas y que no sea episódico. No es una historia que transcurre en el tiempo y me gustó el disparador: ¿qué hacés? ¿cómo te parás frente a una situación así? Además, cuando apareció la posibilidad de que Belén (Rueda) fuera mi compañera, ya directamente creí enloquecer (risas).
-¿Cómo es tu personaje?
-Es un abogado que se ve envuelto en una situación extrema y que al principio cree que puede resolver este dilema de la forma en la que está acostumbrado. Pero no puede. Se va dando cuenta con el correr de los minutos que lo que le está ocurriendo es algo más gordo.
-En algunas declaraciones dijiste que te cansabas de verte cuando te veías en muchos planos. Séptimo vuelve sobre vos todo el tiempo. ¿Te sigue pasando lo mismo?
-Sí, estoy harto de mí y entiendo a cualquier otro que esté harto de mí (risas). Lo comprendo a quien le pase. Y es más, seamos amigos. Lo que pasa es que hay estructuras y guiones que necesitan el seguimiento de un personaje, porque lo que tenemos que intentar es padecer el agobio, el sufrimiento y la angustia del rol. En este caso no nos quedó más remedio que eso. Pero cada vez que puedo sugerir que vuelen un plano mío, lo hago, porque me parece que en algunos casos, en cine, menos es más.
-¿Alguna vez viviste una situación extrema? O si tuvieras que vivirla, ¿cómo creés que lo resolverías?
-Uno, puesto en una situación extraordinaria, por muchas previsiones que pueda hacer te sorprende la situación. Yo no entendía qué quería decir aquello de que se te aflojan las rodillas. Y un día estando en mi casa recibí un llamado a las seis y media de la mañana para comunicarme la muerte de un amigo, que de casualidad vivía a una cuadra y media de mi departamento, en Mar del Plata (hace una pausa). Primero no creí lo que me estaba contando y salí al balcón. Allí vi una multitud en la calle comprobando lo que me había contado, y exactamente en ese momento comprobé qué significaba que se te aflojen las rodillas (N de la R: se refiere a la muerte de Alberto Olmedo en el verano de 1988, al caer al vacío desde un piso 11). Me tuve que agarrar del balcón porque me quedé sin rodillas, las piernas se me aflojaban. Comprendés lo que te sucede ahí. Todas las previsiones anteriores no sirven de nada. Es una descarga adrenalínica mezclada con la angustia, la desesperación, el miedo. Hacés todos los cálculos posibles.
"Me gustaría trabajar con el Chino. Si puedo contenerlo y no volverlo loco, no atosigarlo, creo que sería una buena experiencia".
-Eso aparece en el personaje, porque más allá de lo que dice, le pasa algo corporal muy fuerte.
-Si, está siendo castigado por la situación y por la incertidumbre.
-Decís que te cansás de verte. ¿En algún momento te cansás o te cansaste de actuar?
-Sí, sí, a veces te cansa. Básicamente cuando te toca por exigencias de la mecánica del trabajo. Cuando tenés que repetir escenas y te das cuenta de que no hay mucho de creatividad, y que lo tenés que hacer por cuestiones técnicas. Sentís un poco de agobio, sobre todo cuando te toca un personaje que está permanentemente en cuadro y entonces no tenés respiro.
-Cambiando de tema. ¿Tenés pensado hacer televisión pronto?
-Por el momento no creo, pero tenemos una buena oportunidad de ver al Chino (Darín, su hijo), que está trabajando muy bien. No es que quiera promocionar su trabajo o Farsantes, pero... ¿para qué? Si como te venía contando, estoy harto de verme, imaginate en televisión, que es una repercusión tremenda e instantánea. Sería una sobrecarga.
-¿Y te gustaría trabajar con tu hijo?
-Si. No sé si a él le gustaría trabajar conmigo (risas). Pero sí, en algún momento se nos va a dar, supongo. Y espero, sería un placer para mí. Si puedo contenerlo y no volverlo loco, no atosigarlo, creo que sería una buena experiencia.