Durante la época de verano, el cuerpo suele generar más sudor para poder regular mejor su temperatura. Esto siempre es algo molesto, incluso puede convertirse en un problema de higiene y estética. Pero se agrava en ciertas personas que padecen hiperhidrosis o transpiración excesiva.
Las personas con hiperhidrosis podría decirse que tienen glándulas sudoríparas hiperactivas. Se trata de una enfermedad caracterizada por una producción desmesurada de sudor en una o varias partes del cuerpo, como por ejemplo las axilas, palmas, plantas de los pies, cuero cabelludo, cara, región inguinal y submamaria, que puede generar incomodidades.
Un 3% de la población mundial sufre esta afección que puede ser de origen primario o secundario y, según su gravedad, leve, moderada o severa. En sus formas más serias, esta enfermedad puede provocar hongos, descamación, mal olor, irritación y pigmentación de la piel.
Para tratar esta dolencia se debe consultar a un profesional del área dermatológica que puede actuar junto a médicos clínicos y endocrinólogos para descartar causas secundarias. Y, en caso de ser necesario, psicólogos o psiquiatras para dar apoyo moral a la persona afectada.
El dermatólogo Eduardo de Carli destaca que algunos tratamientos son muy transitorios, de muy corta duración y a veces poco efectivos. Con la aplicación de la toxina la ventaja es que después de uno o dos tratamientos puede ser que se corrija el problema definitivamente.
Para cualquier tratamiento, lo primero y más importante es evaluar el estado y las características de cada persona. Por su parte, la dermatóloga Marcela Marrero coincide en resaltar la toxina botulínica y se muestra más defensora de las opciones no invasivas. Para ella, los procedimientos quirúrgicos como la simpatectomía son complicados porque se debe extraer un ganglio y los que se toman por vía oral pueden afectar otros órganos porque actúan en el sistema nervioso.