En una esquina de Colegiales, lejos del ruido de las grandes avenidas, se encuentra La Prometida, un restorán que desde su carta se anuncia como "cocina de los pueblos".
En el amplio espacio que domina la esquina, el mobiliario se compone de sillas de distintos colores y formatos, con objetos antiguos a la vista y mesas con manteles de pape. Todo con esa onda descuidadamente cool, en el que ningún detalle está librado al azar.
En el lugar es común encontrarse con gente de la colonia artística almorzando o cenando al lado. La cocina es simple y generosa. Entre las entradas se destacan el matambre casero, la españolísima tortilla o una variante de ceviche. Los principales: pollo relleno, milanesa a la napolitana o los tagliatelles en tinta de calamar con frutos de mar. Los postres siguen en la línea marcada y van desde un imperdible budín de pan, el tradicional vigilante o tortas caseras. La carta de vinos es corta, con etiquetas seleccionadas.
Al lado, de los mismos dueños, funciona Bardepán, un espacio donde el maestro panadero elabora panes caseros en siete variedades y medialunas. Ideal para el desayuno, la merienda o llevar la vianda a casa.
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