Cuántas veces tuvimos un mal día y llegamos a casa con ganas de comer algo rico y nos damos cuenta que la abuela sí cocino, pero justamente no era lo que nosotros estábamos esperando. Vía Restó hace un repaso por los postres que nunca deberíamos tener en la heladera en los días que estamos deprimidos.
Compota
Ya el nombre nos retrotrae a un hospital, una casa con las persianas bajas y muchos pañuelitos descartables en el piso. Generalmente es hecha en casa, por una abuela o una mamá un tanto anticuada. Su tradicional sabor a manzana y textura similar al puré, la transforma en uno de los postres más odiados por los chicos: “¿Compota? ¡Puaj!"
Budín de pan
Su colorcito amorronado daña la vista de quienes -deseosos- abrieron la heladera en busca de algún sabor delicioso para calmar el espíritu goloso. Su ingrediente protagónico es el pan (viejo), que se deja toda la noche en remojo hasta que tome una consistencia bien compacta, luego, se le agregan los demás ingredientes. ¿Te lo estás imaginando?
Flancito
Sin dulce de leche, sin crema, sólo un poquito de caramelo que sobró de la cocción mal hecha. Así solito, es muy triste. ¡No recomendado para sanar un corazón roto!
Manzana asada
¡Si es que tenés asador, claro! Sino más triste aún. Las recomiendan para problemas en el estómago, así que ya se imaginan qué tipo de dulce es. A primera vista te preguntás: ¿Qué les pasó a las pobres manzanitas que se machucaron?
Queso y dulce
Cuántas veces habremos escuchado: ¡Hoy hay postre! Y vienen de la cocina con algo entre las manos, parece una torta, una mousse de chocolate, pero no… ¡Ufa, era queso y dulce!
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