En el mundo acuático, lleno de peces de colores, tiburones, ballenas, medusas y otros seres marinos, Nemo es el rey. El simpático pez payaso anaranjado logró ese título con la película Buscando a Nemo que ahora tiene su versión sobre hielo con la puesta en escena de Disney On Ice. A partir del viernes y hasta el 26 de julio, la historia del pececito travieso que provoca ternura por su aleta defectuosa, se puede ver en el Luna Park.
Antes, la compañía estuvo en el estadio Arena de Santiago de Chile, donde miles de niños de entre 3 y 10 años deliraron con la presencia del pez naranja y su pandilla, igual que en cada ciudad del mundo donde se presenta.
Como originalmente la película no era un musical, para esta versión sobre hielo se adaptaron algunas escenas y se les agregaron canciones especialmente elegidas para acompañar algunas coreografías. Entre ellas están Yellow Submarine, el clásico submarino amarillo de Los Beatles y Octopus s Garden (Jardín de pulpos) de Ringo Starr.
Los patinadores, gracias a un colorido vestuario, se convierten en peces espadas, delfines, cangrejos y pulpos, sumergidos en un océano imaginario poblado de algas, corales y medusas, que se mezclan con las telas colgantes en una imagen etérea. En este show, más que en otros, los profesionales ponen a prueba su destreza ya que los trajes que llevan, aunque están confeccionados con telas livianas, atentan contra su equilibrio y estabilidad sobre el hielo.
Como pasa en todos los espectáculos de Disney On Ice, varias horas antes del show se prepara la pista (se corta el hielo y se prueban las luces y el sonidos, entre otras cosas) y los patinadores se ocupan de afilar sus patines detrás del escenario.
El espectáculo es el mismo que recorre todo el mundo, pero la compañía lo adapta mínimamente según el estadio donde les toca actuar, con pequeños detalles. Con la historia de Nemo, "lo más importante fue captar las características de cada especie de pez, que son muchas, y mostrarlas en el show", cuenta Rebecca Andison, la directora artística. "Para eso, recorrimos acuarios y estudiamos los movimientos de cada tipo de pez. Fue un proceso de producción que nos llevó seis meses", asegura. Así, es posible ver deslizarse en el hielo a la entrañable Dory, la acompañante de Marlin, el padre de Nemo en la búsqueda de su hijo, que mueve constantemente su cabeza y sus aletas con una sutileza justa para recordarnos que es un pez y poder distinguirla aún desde la última fila.
Rebecca cuenta que el show no está pensando únicamente para el público infantil, sino para que también lo disfruten los que aman el patinaje y las historias como las aventuras de Nemo. "En este caso, como los patinadores tienen unos trajes muy especiales que reproducen los tipos de peces, el acento está puesto en la caracterización y en el histrionismo", aclara Rebecca, una joven patinadora canadiense que trabaja en la compañía desde hace ochos años y que en este show debuta como directora.
Buscando a Nemo es un show tridimensional porque, además de reproducir el océano (con ayuda de una gran pantalla en el fondo del escenario helado) tiene que recrear la profundidad del mar y los seres que habitan su fondo. "Hay un contraste entre las escenas del océano abierto y otras más cerradas como las de la pecera en la casa del dentista a la que va a parar Nemo cuando se pierde", describe la directora. El desafío más grande, en este caso, fue que todo lo que sucede sobre la pista e incluso el público mismo sienta que está debajo del agua. Y eso, dicen, fue lo más divertido de hacer.
Así, Nemo pasa de su habitat original en una anémona en la costa australiana donde vivía con su familia a la pecera llena de seres marinos extravagantes que atesora la traviesa Darla, sobrina del dentista. Por su parte, su padre Marlin junto a Dory -y su problema de falta de memoria a corto plazo- recorren distintos espacios del fondo submarino en busca del pececito, topándose con toda la fauna imaginable: desde tiburones vegetarianos hasta medusas bailarinas, además de peces dientudos casi prehistóricos, gaviotas curiosas y una bulliciosa familia de ranas e, incluso, una ballena. El cetáceo es una de las grandes sorpresas del show. Con su importante tamaño (la estructura mide 13 metros de largo y sólo su cola pesa 500 kilos), aparece en escena ocupándolo todo y es uno de los grandes inconvenientes que deben enfrentar Marlin y Dory en su búsqueda de Nemo. La ballena, como es de esperar, se traga a los dos, pero su panza de red metálica permite verlos, mientras deliberan cómo escapar. Finalmente, Marlin y Dory son expulsados de nuevo al mar y siguen su camino.
El espectáculo intercala las aventuras del padre de Nemo con las del propio pececito, primero atrapado en la pecera con sus nuevos amigos y después de nuevo en el océano hasta el reencuentro con su papá. La pantalla gigante que cambia constantemente ayuda a identificar los distintos espacios por los que transita cada uno.
"Es curioso ver cómo la gente se ríe más o menos en las distintas partes del mundo. El público sudamericano es de los más locos y entusiastas. Es muy divertido hacer el show aquí", dice Rebecca. La directora confiesa que, a veces, se mete en el escenario a escondidas a despuntar el vicio porque extraña patinar. Cuando el show termina, con el tierno abrazo de Nemo y su padre que los chicos festejan, las luces del escenario se apagan. Pero el trabajo continúa. Son varios los suplentes de la compañía que aprovechan la pista despejada para ensayar. Así, varias Dorys, una detrás de la otra, hacen su rutina, aprendiendo la coreografía de la primera. Todo el mundo tiene que estar listo para ponerse el traje que le corresponda en caso de necesitar un reemplazo durante la gira que suele durar varios meses alrededor del mundo. Y literalmente, con su entusiasmo le sacan chispas al hielo.