El reino de las contradicciones: eso es actualmente la TV. Por un lado, le dedica una buena parte de su tiempo a contemplar y exhibir a los que viven en los márgenes: delincuentes, drogadictos, presos. Para muestra, los contenidos que a menudo ofrecen Calles salvajes (América, martes a las 22.45), Vidas paralelas (América, miércoles a las 22.45), Cárceles (Telefé, viernes a las 23.30), La liga (Telefé, martes a las 23.30), Policías en acción (El Trece, viernes a las 21.30) y GPS (lunes, América a las 22.45), entre otros. En el extremo opuesto, la pantalla propone un modelo aspiracional marcado por el hedonismo, el éxito y el consumo. De ello da cuenta la programación de señales como FashionTV, Elgourmet.com, Cosmopolitan, Lifestyle y Travel & living, entre otras, y el modo en el que la TV abierta presenta a las celebridades locales: seres exitosos, adinerados, bien vestidos, siempre optimistas.
Embelesada por las dos caras más disímiles de la sociedad, la televisión las pone a convivir bajo el mismo techo iluminado por los reflectores. En la cohabitación, ambos mundos terminan intercambiando hábitos y valores. Los que integran la sociedad de consumo promocionada por la TV han incluido en su idioma cotidiano expresiones del léxico "tumbero". Por caso, rescatarse (darse cuenta), yantas (zapatillas), rati o cobani (policía), buchonear (delatar), transa (vendedor de droga).
A su vez, los marginales se desviven por alcanzar el ideal consumista. En sucesivas entrevistas a menores delincuentes presentados como "pibes chorros", se los escucha afirmar que roban para comprar no sólo droga sino "pilchas". Y lo importante es que la ropa sea de marca. En Vidas paralelas, uno de ellos se ufanaba de sus zapatillas porque, dijo, las había pagado 450 pesos y eran originales. Cárceles tituló su envío del viernes 17 de julio "Fashion week tumbero". Hombres y mujeres presos contaron cómo se "lookean", cuidan la tersura de la piel, se procuran cortes de pelo fashion y afrontan el riesgo de ser apuñalados por un par de zapatillas de las buenas.
Algo está claro: la seducción de los paradigmas que expone la TV es transversal.
Los delincuentes trajinan la pantalla sin desmayo para explicar cómo viven, roban y matan. ¿Denota ese desfile una auténtica preocupación de la TV por los problemas sociales? ¿O será que la TV encontró la veta para convertir a "los pibes chorros" en personajes, criaturas a mitad de camino entre el drama real y las luces del show?
"El interés de la televisión por la marginalidad viene del periodismo gráfico de las décadas del 10 y del 20; e incluso, de la escritura romántica del siglo XIX", señala el sociólogo Luis Alberto Quevedo, investigador de FLACSO. "Los presos o los perseguidos por la Justicia fascinan al público de las ciudades porque son personajes incluidos en la trama urbana. Ellos viven entre nosotros; son los que nos acechan y asustan en las calles. Cuando están presos, también son fascinantes porque representan al chacal encerrado, al animal feroz que al fin fue capturado. (Edgar Allan) Poe inició el género policial trabajando sobre esos casos, y la TV no hace más que continuar la historia", explica Quevedo.
Lo llamativo es que en la TV, esa historia se continúa en un plano de igualdad con otras, mucho más glamorosas. "La televisión atrae con estrategias múltiples", analiza Quevedo. "Ella publicita el consumo de bienes tecnológicos, indumentaria o viajes sin hacerse cargo de que el 80 por ciento de la sociedad no puede consumirlos; lo exhibe como un objeto de deseo, como una aspiración. Y luego, muestra que muchos ladrones están presos por robar zapatillas o productos tecnológicos, es decir, por haber entrado en una casa de ricos para llevarse lo que consumen esos ricos".
¿Cómo salda la pantalla tamaña contradicción? "La TV no tiene ninguna respuesta moral ante esa dualidad, porque la televisión es justamente eso: un continuo que no resuelve las contradicciones. Los diarios tienen cierta pretensión de unidad editorial mientras que la TV es esencialmente discontinua en sus fines, sus objetivos y sus productos. En ella, hay de todo: la cultura y la contracultura, el gran consumo y la marginalidad, canales donde los predicadores hablan de moral y canales de pornografía".
Lo cierto es que la pantalla encuentra espectadores para las imágenes de la vida encantada aunque inaccesible y para los ladrones y criminales que relatan, impávidos, sus acciones delictivas. ¿Cómo se explica que ambas propuestas consigan la atención de la audiencia? "La televisión es una gran vidriera y las vidrieras atraen porque son una gran promesa", sostiene el sociólogo Matías Bruera, autor de Meditaciones sobre el gusto. Cuando uno mira Elgourmet.com, por ejemplo, tiene la sensación de estar viajando y entonces, haga o no las recetas, las imágenes que parecen inaccesibles resultan cautivantes".
Karina Derisi, directora de Fashion TV, supo describir la arcilla con la que trabaja: "El canal es aspiracional; trabajamos con lo intangible, con el deseo. Aunque no puedas tener lo que estás mirando o viajar a los destinos turísticos que mostramos, tenemos que lograr que quieras verlo", dice. El espectador no sólo mira lo que puede poseer. En palabras de Lucía Suárez, directora de contenidos de Pramer, "con la televisión no hay que ser literal. Los desfiles de Cosmopolitan -declaró- no suponen que compres el nuevo look de Armani, que no puede comprarlo la mayoría de la gente en el mundo entero, pero en su estilo hay algo para apreciar e informaciones para tomar".
Según Quevedo, "la televisión formó a su propio público, y ese público gusta de la variedad. Quien gusta de los documentales de Natgeo, también aprecia un partido de la NBA en ESPN. Todos somos consumidores de todo, y todos terminamos anclando en Elgourmet.com porque nos cautiva la naturalidad con que cocina Narda Lepes. El canal que vemos todos es la mezcla de todos los canales, y es un canal que mezcla productos muy heterogéneos".
En Calles salvajes, tres "pibes chorros" presentados como Los pandilleros de Morón contaron su metodología delictiva y señalaron a sus potenciales víctimas en un recorrido por la calle, pero ninguno de los tres fue capturado por la policía. "El espectador ve ese material con cierta tensión, porque piensa que él es la próxima víctima, conforme a la descripción que hacían los menores respecto de las personas a las que podrían atacar: gente que simplemente andaban por la calle o entraban a su casa con el coche", interpreta Quevedo. Si da miedo, ¿por qué lo miramos? "Por la fascinación que despierta ver al criminal de tu ciudad", responde. "Pero después para tranquilizarte, cambiás de canal y ves a Susana Giménez con un invitado glamoroso, o una serie divertida de Sony: la propia televisión te ofrece el bálsamo. La TV te garantiza que el consumo doméstico está bajo tu mando. Así, mirás el mal durante el tiempo que necesites pero en el canal de al lado encontrás el relax de que hay una vida posible y mejor, garantizada por la tele".