Al igual que los zombies de muchas películas de terror, el cerebro de los humanos parece apetecible para otra raza: los hackers malintencionados.
Los avances en materia de tecnología neuronal, que permite utilizar la electricidad del cerebro y transformarlas en señales que pueden ser interpretadas por una computadora, permitieron mostrar en los últimos tiempos desde sofisticados juegos, el manejo de una silla de ruedas y hasta usar Twitter, sin oprimir ningún botón.
Así, por ejemplo, en la Consumer Electronics Show (CES, por sus siglas en inglés) de 2008 se había presentado una interfaz que permite jugar utilizando el cerebro. Se trataba del sistema Project Epoc, de la empresa Emotiv Systems, que consta de un casco y un software especial, capaz de mover objetos virtuales de acuerdo a los pensamientos del usuario, reconocer expresiones faciales y responder ante las sensaciones de ansiedad o calma. Por su parte, la empresa OCZ Technology también mostró algo similar, el Neural Impulse
Actuator, capaz de reconocer rostros e interpretar las ondas cerebrales para ejecutar determinados movimientos en la pantalla.
Sin embargo, esta tecnología, que está lejos de ser masiva, todavía no le presta demasiada atención a la seguridad, un error que puede pagar caro en el corto plazo. Los equipos actuales utilizados en diversas universidades y centros de salud todavía no pueden ser hackeados, pero no es algo que se deba dejar de lado de cara al futuro.
El problema radica en la expansión de esta tecnología, cuya próxima generación permitirá ver, por ejemplo, controles inalámbricos para monitorear la evolución de una prótesis. Si los ingenieros a cargo no empiezan a pensar en implementar medidas de seguridad como contraseñas o encriptación, un hacker podría controlar la prótesis y causar bastante daño.
Pero peor aún será poder acceder a los sistemas que ayudan a pacientes con problemas neuronales. Ya hubo antecedentes: a fines de 2007 y comienzos de 2008, algunos programadores con mala intención atacaron sitios que ayudaban a gente con epilepsia, provocando daño en los pacientes que utilizaban esos sitios como ayuda para su tratamiento.
Un nuevo concepto, el de neuroseguridad, empieza a cobrar sentido. Especialmente teniendo en cuenta la historia: Internet, en un principio, fue un proyecto de investigación y se usaba entre pocos, por lo cual ni se pensaba en que su seguridad podía verse afectada. Sólo hace falta repasar todo lo que se recomienda tener instalado antes de navegar hoy en día: antivirus, firewall, antispam y antispyware, entre otros programas de seguridad.