"No queremos ser los muchachos del bombo". "Ahora resulta que los morochos sólo estamos para defender la calle". "La distribución del ingreso no empezó". El que habla es Luis D Elía, en teoría el más oficialista de los piqueteros, el más intransigente de los kirchneristas, sólo que ahora aparece desnudo frente a los suyos, con la sinceridad que autoriza la intimidad. Así lo muestra el libro "Negro contra Blanco", que edita Planeta y esta semana llegará a las librerías.
Escrito por Gerardo Young, periodista de Clarín, traza un retrato del D Elía al que nadie ha visto hasta hoy, reunido en asambleas con sus colaboradores, en la vereda de su casa tomando mate mientras "el pobrerío" lo asedia, en plena acción mientras ejerce sus tácticas. Es el retrato de un líder de los márgenes de la sociedad, que se ha visto en las cercanías del poder y ejerce la violencia desde siempre, como un método más de la política. ¿Qué dice él?
- "Yo no lo llamo violencia. Es otra cosa. Lo que pasa es que vivimos en la informalidad y en la informalidad hay que poner el cuerpo. Pero bueno... a muchos les tranquiliza pensar que en el fondo soy sólo un maestro bueno. Y también puedo ser pesado".
El libro transita las contradicciones, los pecados y virtudes de uno de los abanderados del Gobierno, que, para sorpresa suya, hace tiempo dejó de ser recibido por Néstor Kirchner y al mismo tiempo ha perdido poder en su barrio, El Tambo, de los más pobres de La Matanza. Desde la vereda de ese barrio, es D Elía el que provoca con su visión del mundo y dice que odia "a los blancos" y que su odio es auténtico. ¿O será apenas una táctica más?
Desde su infancia (una infancia de clase media, con vacaciones en Mar del Plata, ninguna necesidad), la vida de D Elía ingresa en los senderos de la política en la militancia junto a los curas tercermundistas. Pero es la ocupación de un predio de La Matanza la que lo convierte en líder de sus vecinos. Las imágenes, allí, lo muestran a D Elía "tirando a matar contra los policías, con su mujer y su hijo cubiertos por una pared abandonada".
Pocos años más tarde, después de transitar años que preferiría olvidar como su apoyo a Domingo Cavallo, los piquetes lo convertirían en el más poderoso de los líderes de organizaciones sociales, atado al ejercicio de irrumpir a fuerza de hombres de manos pesados y armas, muchas armas.