Un estilo de vida . Eso representa el samba para los brasileros. Es alegría, es una sonrisa de cuerpo entero. Es un festejo disfrazado de gol, de carnaval. Es un sinónimo de identidad. Una marca país para 185 millones de verdeamarelhos. Por eso, ¿es posible imaginar una playa de Copacabana o una calle de Bahía donde la reunión popular se mueva al ritmo del hip hop, y donde el maestro de ceremonias sea un MC y no un disco de Donga? Difícil. Sin embargo, el Gobierno de Brasil impulsa la inversión, y piensa expandir, la cultura del hip hop por todo el territorio. Para ello, el Ministerio de Cultura, con su titular el músico Gilberto Gil a la cabeza, puso en marcha un programa que planea un incentivo de 60 mil dólares para las escuelas y centros comunitarios que enseñen las técnicas del graffiti y a rapear.
"Estos fenómenos no pueden ser encarados de manera negativa, ya que envuelven a grandes partes de la población para quienes esta forma de expresión es la única conexión que tienen con un mundo más amplio. Un gobierno que sea incapaz de percibir esto, no tendrá la capacidad para formular políticas suficientemente inclusivas para mantener a estos jóvenes alejados de la criminalidad y del aislamiento social", explicó Gil. Y agregó: "Como resultado de este y otros programas, muchos chicos se volcaron al diseño y a las escuelas de samba y hip hop, que revitalizan los barrios más degradados".
"La idea es buenísima porque nos brinda un reconocimiento que no teníamos antes", aseguró en una entrevista con el diario New York Times, que reprodujo el sitio web de Cultura, el rapero Aliado G. presidente de la organización Hip Hop Brasil. "Este programa democratiza la cultura", afirmó, en el mismo artículo, Guine Silva, un MC de 32 años y director del Proyecto Casulo, un centro donde los aerosoles y el rap son la vedette. "Nos transformamos en una especie de fábrica del hip hpo", dijo. Para Augusto Rodríguez, ejecutivo de una empresa eléctrica y director de un centro cultural "es la primera vez en 20 años que la ideología de la periferia se puede expresar".
El músico Gilberto Gil (64) llegó al ministerio en enero 2003, cuando Lula da Silva asumió la presidencia. Desde entonces, la política de su cartera realizó una apertura hacia los sectores más postergados de la sociedad. Así como también se vio envuelto en varias polémicas: efectuar declaraciones a favor de la despenalización de la marihuana y salir en defensa de la cultura hacker, fueron algunas de ellas.