Miguel Ángel Solá es una de las grandes figuras del teatro argentino y hoy brilla en la cartelera porteña con la obra “Mi Querido Presidente”, junto a Maxi de la Cruz en el teatro Apolo. Sin embargo, detrás del éxito, el actor abrió su corazón y contó el alto precio que pagó por sus separaciones, tanto en lo económico como en lo emocional.
En una entrevista con la periodista Karim González en el programa “Sola en los Bares”, Solá no esquivó ningún tema. “Tengo que trabajar hasta que me muera para ganarme el sustento”, confesó, dejando en claro que la necesidad de seguir en actividad va mucho más allá de la pasión por el escenario.

El actor recordó con crudeza su primer divorcio, un proceso que lo marcó para siempre. “El primer matrimonio me dejó sin nada, absolutamente nada”, reveló. La separación fue tan traumática que afectó la relación con sus hijas mayores, María Luz y Cayetana. “Me vieron disminuido en toda mi posición, anímica, mental y económica”, contó.
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Sin nombrarla directamente, Solá se refirió a su exesposa, la actriz Blanca Oteyza: “Es una mala persona, no digo que lo sea, yo la considero una mala persona. Me causó mucho daño innecesario”, disparó, dejando en claro que el vínculo terminó de la peor manera.
El actor también habló de su segunda pareja, Paula Cancio, madre de su hija menor. A diferencia de la primera ruptura, Solá reconoció que siente una deuda con ella: “Le adeudo bastante porque no pude darle ni a ella ni a mi hija lo mismo que pude proveer a mis otras hijas”.
El quiebre llegó de la forma más dolorosa. “El desamor se instaló en la pareja cuando ella me dijo que ya no me amaba”, relató. Esa frase lo sumergió en una depresión profunda: “Pasé un momento bravo, bravo, bravo. Tuve un año con una depre grande, lloraba todo”, confesó.
A pesar del dolor, la difícil situación económica los obligó a seguir conviviendo bajo el mismo techo. “No podíamos pagar dos alquileres”, explicó. Sin embargo, destacó que lograron mantener el respeto y el cariño: “Fue una prueba muy bella. Nuestra hija nunca vio faltas de respeto, ni gritos ni peleas. Solo sufrió el dolor de que papá se fue de casa”.
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