Uno de los títulos de Netflix con más escenas subidas de tono sin dudas es Encuentro fatal (Fatal Affair), una película de 2020 que revive la tradición del thriller erótico con una dosis de tensión sexual que roza lo incómodo.
¿De qué trata Encuentro fatal?
La premisa de la película gira en torno a Ellie (Nia Long), una exitosa abogada casada, que reaviva una noche de pasión con un viejo amigo, David (Omar Epps). Lo que comienza con una chispa controlada —específicamente una secuencia en el baño de un club donde ella detiene el acto justo antes de lo explícito— desemboca en una obsesión homicida.
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A pesar de su calificación TV 14, Fatal Affair está cargada de erotismo sugerido: caricias intensas, miradas íntimas y planos cerrados en situaciones comprometedoras.
Por qué es un thriller con altas dosis de erotismo
El sitio especializado del crítico Roger Ebert lo resumió: “Sustituyen la desnudez con posiciones sugerentes, primeros planos abruptos e imágenes fugaces de adultos vestidos en la cama”.

Curiosamente, la química entre los protagonistas era tan palpable que resultó incómoda para los actores mismos. Nia Long señaló que filmar con Epps —que considera casi como un hermano— “fue muy incómodo”: vestuarios múltiples y cremas para evitar asperezas son parte del anecdotario detrás de cámara.
Estas opiniones reflejan que, aunque es floja en construcción narrativa, el erotismo y la tensión funcionan como imán para espectadores en busca de un thriller rápido y con un punto subido.
El filme también juega con la dinámica del clásico de los 80 Atracción fatal, pero con roles invertidos: aquí es la mujer la que detiene el affaire, y el hombre el que se obsesiona y acecha.
Cuál es el equipo detrás de la película
El thriller fue dirigido por Peter Sullivan, quien también coescribió el guion junto con Rasheeda Garner y Jeffrey Schenck.
Sullivan, conocido por otros proyectos en el género como Secret Obsession y un sinfín de producciones de bajo presupuesto para televisión, lideró la filmación principal en Los Ángeles en 2019, respaldado en el set por un equipo técnico compuesto mayoritariamente por personas con las que ya había trabajado en producciones anteriores.

La producción estuvo en manos de Barry Barnholtz, Brian Nolan, Jeffrey Schenck, Peter Sullivan (también como co productor) y, crucialmente, Nia Long, quien además de protagonizar asumió el rol de productora ejecutiva por primera vez.
Long impulsó decisiones clave: participar en el casting, sugerir la inclusión de rasgos culturales negros, colaborar con la vestimenta, maquillaje y peluquería para definir el estilo sofisticado de su personaje, y reclutar a Omar Epps y a la escritora Rasheeda Garner para enriquecer la narrativa desde una perspectiva afroamericana.
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En el aspecto técnico, la fotografía corrió a cargo de Eitan Almagor, mientras que el montaje fue realizado por Randy Carter y la música compuesta por Matthew Janszen.
A modo de protesta, Nia Long destacó que, aunque se transformó la película en una producción con protagonistas negros, el equipo detrás de cámaras contaba solo con “tres personas negras”, lo que señala una oportunidad pendiente en materia de inclusión y diversidad en el cine.