Con 74 años de edad y 48 de profesión, ostenta una carrera plagada de éxitos teatrales y televisivos, y latiguillos inolvidables en varias películas. Su papel en Parque Lezama no es la excepción. Por qué el público lo aplaude de pie.
¿El de “las tres empanadas” de Esperando la Carroza? ¿El de “le llenaron la cocina de humo” de Cien veces no debo? ¿El que se enloquecía por Darín en Mi cuñado? ¿El padre Francisco de El hombre de tu vida?
Adalberto Luis Brandoni, o el Beto Brandoni, es todos ésos y muchos más. Una galería sin fin de personajes entrañables que lo catapultaron a ser uno de los intérpretes más populares de la Argentina.
Y ese título, no se lo dio nadie más que el mismísimo público. Con 74 años de edad y 48 de actividad profesional, ostenta una carrera plagada de éxitos teatrales y televisivos, un prolijo paso por la política (ocho años como Diputado Nacional) y latiguillos inolvidables en varias películas nacionales.
Brandoni tiene ese plus que no se compra. El público lo observa obnubilado y espera cada uno de sus remates. Si bien Parque Lezama es una comedia que por momentos se torna en drama, esa ductilidad de un buen protagonista logra cambiar de clima en un segundo, con un gesto, una mirada o algún comentario ácido.
Sus últimos trabajos televisivos fueron la participación en Graduados y en Sres. Papis, ambas por Telefe y encarnando a padres de los distintos protagonistas de las tiras. Pero más allá de estos papeles de reparto, el más auténtico de los Brandoni está presente siempre arriba de un escenario.
Actualmente, Luis trabaja en Parque Lezama en el Liceo, la tercera incursión teatral de otro grande: el director Juan José Campanella (antes fue autor de Off Corrientes y SMS, Somos Muy Sensibles). La comedia cuenta “la improbable amistad de un histórico militante del partido Comunista (Brandoni - León Schwartz) y un eterno cultor del 'no te metás' (Eduardo Blanco - Antonio Cardoso)". Pero más allá de la anécdota de la obra, lo destacable es lo que ocurre con este actor cada vez que se desarrolla la función. Además de la solvencia escénica avalada por años de trayectoria, con este señor pasa algo muy singular que no ocurre con todos.
El carisma de este tipo de actor traspasa a un buen texto, a un excelente compañero de ruta (como es Blanco), a los climas creados por el director, a un elenco que acompaña modestamente el texto, y a tantas otras situaciones que se producen en el mágico mundo del teatro.
Brandoni tiene ese plus que no se compra. El público lo observa obnubilado y espera cada uno de sus remates. Si bien la comedia se torna en drama en ciertos momentos, esa ductilidad de un buen protagonista logra cambiar de clima en un segundo, con un gesto, una mirada o algún comentario ácido.
La gacetilla del espectáculo promete muchas sensaciones: carcajadas, ternura, emoción, conflictos, supervivencia, etcétera. Lo que no aclara y es absolutamente fundamental, es que la obra cuenta con uno de los más queridos y admirables intérpretes locales: el gran LUIS BRANDONI. ¡Sí, con mayúscula!
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