El 14 de marzo, María Eugenia Franco y Pablo Alejandro Gómez se casaron. Y a pesar de que al día siguiente de la boda Alberto Fernández instó a la población a quedarse en sus casas y anunció medidas para prevenir el contagio de coronavirus, la pareja decidió seguir adelante con su luna de miel.
El 16 viajaron a Sudáfrica, donde disfrutaron de su viaje soñado, hasta que las fronteras empezaron a cerrarse y las distintas disposiciones que tomaron los gobiernos hicieron que quedaran varados sin posibilidad de volver a la Argentina.
Antes de volar, la pareja había estado siguiendo cómo avanzaba el virus en dicho país. “Veíamos que en el mundo la cosa se complicaba cada vez más. Pero allá había unos 10 casos, parecía ser un país de bajo riesgo en relación a la pandemia que acababa de declararse”, les contaron a la revista Gente desde Pretoria, donde alquilaron un departamento para cumplir con la cuarentena mientras esperan por la repatriación.
Mientras empacaban ese domingo, lo pensaron bien e intentaron cancelar el vuelo. “Pero de hacerlo, perdíamos todo lo que ya habíamos pagado, justamente porque no era un destino de riesgo”, explicó la joven.
Llegaron a Ciudad del Cabo el 17 y en los primeros días no notaron nada raro, salvo que las clases estaban suspendidas y que algunos locales cerraban más temprano que lo habitual.
Pero pronto cayeron en la cuenta del panorama cuando, luego de recorrer varios pueblos, recibieron un mensaje de una argentina que habían conocido en el viaje. La mujer advertía que la habían llamado del consulado para decirle que se volviera, porque cada vez se iba a complicar más el regreso.
“Veíamos que en el mundo la cosa se complicaba cada vez más. Pero allá había unos 10 casos, parecía ser un país de bajo riesgo".
“El 22 nos acercamos al aeropuerto a las 6 AM. Nos cruzamos con varios argentinos con los que aún mantenemos contacto. Estaban cancelando casi todos los vuelos del 22 al 29 y nos dieron pasaje para el 31 de marzo, llegando a Montevideo en lugar de Ezeiza”, siguió.
Pero el 24 de marzo el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, puso al país en cuarentena y su vuelo se canceló. Entre tanto, les surgió la oportunidad de volar a Brasil y de hacer el aislamiento en San Pablo. Pero mientras organizaban la vuelta, les avisaron que esa opción no era viable porque Bolsonaro no aceptaba extranjeros de países cuyas fronteras estuvieran cerradas. “Fue un baldazo de agua fría”, se lamentó.
La situación de los 66 argentinos en Sudáfrica es complicada. “Nuestro país tiene fronteras cerradas y no negocia. Este es un lugar remoto, no tiene vuelos directos, las escalas son en Brasil. Aerolíneas Argentinas no viene acá y no somos tantos como para llenar un avión”, expresó, angustiada por el panorama.
“No sabemos si hay un cronograma de repatriaciones. Creemos que no nos dicen mucho para que no nos ilusionemos. Hoy es incertidumbre total lo que tenemos... Y resignación. Nos mata estar lejos de casa sin siquiera una fecha tentativa de regreso”, aseguró. Y agregó un problema extra: el vencimiento de los seguros médicos que contrataron antes de viajar.
“Muchos llenamos la solicitud de asistencia económica, pero todavía ninguno recibió nada. Somos 66, si no hacemos fuerza se olvidan de nosotros”, cerró.