Hay noches que trascienden la música y se convierten en parte de la historia del rock. Así fue el huracán de Guns N’ Roses por Buenos Aires, con dos recitales sold out en el estadio Tomás Adolfo Ducó este fin de semana, el viernes 17 y sábado 18 de octubre, que repasaron tres décadas de furia, épica y redención.
Lo que comenzó con un Axl Rose furioso por problemas de sonido terminó en una de las performances más intensas y memorables del grupo en suelo argentino.

De la furia al éxtasis
Apenas terminó el clásico “Welcome to the Jungle”, el líder de la banda lanzó el micrófono al suelo con toda su fuerza y abandonó brevemente el escenario.
El motivo: no tenía retorno y, tal como explicó más tarde al público, escuchaba los golpes de la batería demasiado fuertes.

Pero su enojo duró poco. Al volver a escena, lanzó una frase que cambió el rumbo de la noche: “Bueno, como mi gente no se preocupa porque yo escuche bien, yo tampoco voy a preocuparme. Ustedes están increíbles.”
Desde ese instante, Axl canalizó su bronca en una entrega visceral. Lo acompañó un público que entendió el gesto y respondió con devoción. Durante más de tres horas, el estadio se transformó en una fiesta de rock crudo y emoción colectiva, donde cada canción fue un capítulo de una historia compartida.

Slash y Axl, una química intacta
Con los problemas técnicos superados, el show se volvió una celebración. Slash desplegó solos demoledores y Axl, de buen humor, bromeó toda la noche.
En un momento, presentó al guitarrista con ironía: “Tenemos un invitado especial esta noche… Slash”, desatando una ovación ensordecedora.
El clímax llegó cuando el cantante lo presentó oficialmente en el ritual de nombres: “Y en la guitarra…”, dijo tres veces, hasta que todo Huracán rugió al unísono: “¡Slash!”.
Fue un instante de comunión total, seguido por un solo de casi diez minutos que recorrió el alma del rock and roll.

Un homenaje a Ozzy Ozbourne y joyitas para los fans
En un gesto de respeto hacia sus raíces, Guns N’ Roses dedicó un cover de Black Sabbath al recientemente fallecido Ozzy Osbourne, proyectando su imagen en las pantallas mientras sonaba “Sabbath Bloody Sabbath”.
El setlist fue un verdadero regalo para los fanáticos: 29 canciones, desde los clásicos de Appetite for Destruction hasta perlas inesperadas como “Down on the Farm”, que la banda nunca había tocado en Argentina.
También sorprendieron con “Coma”, “Better” y “Slither”, reafirmando que no vinieron solo a cumplir, sino a reivindicar su esencia salvaje y creativa.
Tres generaciones unidas por el rock
El fenómeno fue también sociológico. En las tribunas convivieron padres con hijos, adolescentes y veteranos que los vieron en los ‘90. Todos unidos por una banda que volvió a probar que su música atraviesa generaciones.
Una historia de amor intacta
La recta final fue pura emoción: “Patience”, “November Rain” y el cierre con “Nightrain” y “Paradise City”.
Con ese combo arrollador, Guns N’ Roses cerró su paso por Buenos Aires reafirmando su legado y demostrando que, más de treinta años después, su vínculo con la Argentina sigue tan vivo como en los días de gloria.