Siempre listo y dispuesto a probar sin temor al ridículo, Santiago del Moro (38) pasó de ser el chico irreverente que explotó al frente de Countdown en Much Music a convertirse en el exitoso conductor de Intratables, en el prime time de América. Sin proponérselo de antemano, pero fiel a sus instintos, todas las noches Santiago captura la atención de políticos de las más diversas ideologías para enredarse en los debates de actualidad, luego de foguearse seis años en el mundo del espectáculo con Infama.
Cultor del perfil bajo, Del Moro aseguró que toda la vida se preparó para llegar al lugar en el que está: "Ya de chico soñaba con ser conductor de tele. En medio de la Argentina del verano del 2001 supe que, más allá de que me gustaba, la conducción iba a ser mi medio de vida". Y lo reafirma con fundamentos en la nota que le dio a la revista Gente, para la que posó con una banda presidencial: "Siempre quise ser conductor, y el mejor. Estudié actuación y periodismo como herramientas".
"No creo en el amor para toda la vida. Al minuto que no siento lo que sentía, me voy. Lo mismo exijo de la otra persona. Por eso no me casé ni creo en el matrimonio. Sí creo en el amor, y María es mi amor. Por eso intento no exponerla, igual que a mis hijas. Las preservo, lo que me permite también resguardarme a mí mismo".
Rodeado de poderosos políticos, sindicalistas y empresarios, el muchacho del pueblo de Tres Algarrobos, del partido bonaerense de Carlos Tejedor, tomó distancia de la política: "Voté a Margarita Stolbizer en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Como debía trabajar el 22 de noviembre y mi domicilio está a más de 500 kilómetros de la Capital, no participé en la definición presidencial, si bien ni Cambiemos ni el Frente Para la Victoria me representaban. ¿En qué creo? En la revolución de la honestidad. Es lo único que exijo". Y agregó: "Los políticos no hacen ni más ni menos que representarnos. El poder es nuestro, con el voto. De la misma manera que es del público el control remoto para elegir qué sintonizar. Uno y otro te pueden subir o bajar el pulgar".
Más allá de su abnegada laboriosidad, Santiago reconoció dos de sus dones: "Tengo dos grandes virtudes: carezco de fanatismos y la plata no me ha 'podido'. La política a veces se maneja con intercambios sucios, en los que no caí. Bueno, tampoco hablo con los políticos. No agendo sus números en mi celular ni quiero que me llamen, infecten u operen. Hago un programa que trata sobre actualidad política. No me interesa nada más que ser conductor, respetar al público y ponerme en su lugar (…) Soy muy profesional, capaz de pararme frente a la cámara con 40 grados de fiebre. La espontaneidad: nunca leo una pregunta, una rutina. No sé con qué me voy a encontrar. Si intentara competir con la gente instruida e informada que me rodea, haría agua y sería algo que no soy".
"Voté a Margarita Stolbizer en las PASO. Como debía trabajar el 22 de noviembre y mi domicilio está a más de 500 kilómetros de la Capital, no participé en la definición presidencial, si bien ni Cambiemos ni el Frente Para la Victoria me representaban. ¿En qué creo? En la revolución de la honestidad. Es lo único que exijo".
Fuera del ámbito profesional, Santiago del Moro se desvive por su mujer María y por sus hijas, Amanda (2) y Catalina (5). "No creo en el amor para toda la vida. Al minuto que no siento lo que sentía, me voy. Lo mismo exijo de la otra persona. Por eso no me casé ni creo en el matrimonio. Sí creo en el amor, y María es mi amor. Por eso intento no exponerla, igual que a mis hijas. Las preservo, lo que me permite también resguardarme a mí mismo".