Sus detractores históricos se inflan el pecho acusándolo de ser una "mala imitación" de César Luis Menotti, su padre futbolístico. A Angel Cappa, de él se trata, lo acusan de todo y más, en el ciclotímico mundo de la pelota. Que es un "fundamentalista"; que "no le gusta trabajar"; que se sube al carro de "sus mentores ideológicos"; que se pasa la vida verseando aquello del "fútbol que le gusta a la gente"; que lo suyo pasa sólo "por hablar difícil y darle libertades a sus jugadores"; que es, en definitiva, "un campeón a la hora de vender humo". Eso piensan sus contras, pero el tipo _además de escribir y pensar lindo_ algún mérito tiene, más allá de este presente que lo muestra como el técnico de la gran revelación del Torneo Clausura: Huracán.
Bahiense y a mucha honra, siempre tuvo una inclinación especial por los libros. Por el estudio, en realidad. Habitante crónico del potrero, su eterna perdición y donde acurrucó su mejores secretos futboleros. Estudió Filosofía y Psicopedagogía. En España, durante sus años de exilio, se recibió de entrenador y no tardó en convertirse en mano derecha de Menotti, con quien compartió el fracaso del Mundial 82. Su verba fluida y prolija no alcanzó en ese entonces para entrarle a figuras como Maradona, Fillol, Kempes y Passarella, entre otros.
Siempre prefirió estar en un segundo plano. De Menotti primero y de Valdano después. Con este último sacaron del ostracismo al Tenerife y años más tarde agarrarían las riendas del mismísimo Real Madrid, al que llevaron al título después de cuatro temporadas de ilusiones frustradas.
Cappa empezó a hacer la suya, muy modestamente, en Las Palmas, de la Segunda División de España. En el camino pasó, con suerte dispar, por muchos lados. Su querido Banfield, Huracán, Racing _terminó segundo en el Apertura 98, detrás del Boca de Bianchi_, Atlante de México, Universitario de Perú y Mamelodi Sundowns de Sudáfrica, entre otros.
Supo ser un ácido y profundo columnista de varios medios españoles. También fue autor de un crítico libro titulado "¿Y el fútbol dónde está?" , en el que cuestionaba el excesivo protagonismo de la táctica.
Su amigo Carlos Babington lo convocó en octubre de 2008 para que apagara el incendio de Huracán. Angelito agarró el violín y a sus dirigidos, de entrada nomás, le bajó la línea de "jugar lindo", de "respetar el estilo del club" y fundamentalmente de "sentirse libres adentro de la cancha". Muchos de ellos tenían sueldos atrasados, no llegaban a fin de mes y rogaban irse a donde sea. Pero le creyeron a Cappa y hoy sienten que están para grandes cosas.
"Este equipo tiene que seguir progresando futbolísticamente. Entre otras cosas hay que mejorar el tema de la definición, para no sufrir innecesariamente hasta el final del partido. No hay un equipo perfecto. Me cuentan que la famosa máquina de River, sin hacer comparaciones, ganaba en forma ajustada muchos partidos. Estos chicos son muy jóvenes y todavía están incorporando conceptos. No se les puede pedir todo. Hoy hicimos tres goles, pero hay que tener paciencia", dice Cappa.