La pide, siempre la pide, en una señal de guapeza futbolera. No importa donde, en La Bombonera o en el duro reducto de La Plata. Espera de espaldas, pelota al pie, que venga el repetido guadañazo, de uno u otro costado. , el pequeño chiquitín que tantos dolores de cabeza le dio primero a y anoche a , es el alma pura de este Inter que quedó muy cerca del título de la . Argentino y rabioso hincha de River, el "Pelado" es de los que juega los partidos con "el pico". Sí, habla hasta los codos. Saca de las casillas por igual a hinchas, rivales e incluso a veces hasta a sus propios compañeros. Petiso, bravucón, ... Un lindo exponente, en definitiva, que alimenta _como nadie _ el devaluado show del fútbol.
Pícaro, antes que nada dice: "Me motiva jugar en Argentina. Estoy viviendo fuera de mi país (en Brasil) y venir a jugar es para mí muy especial. Estoy contento de que las cosas me salgan bien aquí".
Siente, en el fondo, que River se olvidó de él. O los dirigentes, en realidad, con José María Aguilar y Mario Israel a la cabeza. Por eso en su momento aceptó la oferta de Tinelli y Ramón Díaz para sumarse a la escudería de . Después de algunos chisporroteos con los hinchas, por aquella recordada en el Monumental, hubo un amor fugaz que se cortó cuando el equipo quedó afuera de la . Ahí Andrés imaginó su vuelta a lo grande a River, pero... Los directivos, de buena memoria, no le su extravagante personalidad. Eso de tener adentro a una radio parlante, capaz de decir y hacer sin medir consecuencias, no era bien visto por los pasillos del Monumental.
Y el chico, ya parado económicamente luego de su paso por el Wolfsburgo alemán y el Zaragoza español, se fue a matar penas en Brasil. En , concretamente. Y en el Inter fue recibido con los brazos abiertos. Por su zurda exquisita y también por su lengua picante. Entre lesiones, flojos rendimientos y repetidas expulsiones, los hinchas pensaron que habían comprado un "paquetazo más". Error, porque el Cabezón empezó a hacer de las suyas. Adentro y afuera de la cancha. No tardó en convertirse en líder y en conducir, de visitante sobre todo, el paso ganador del Inter.