y se separaron el fin de semana, tras una fuerte discusión en el departamento que compartieron, y después de un año de relación, que indudablemente les dio a ambos la mayor popularidad de sus incipientes carreras.
El lunes, la hija de Nazarena Vélez accedió a posar para la revista Gente, y allí quedó expuesto un enorme hematoma en uno de sus brazos. Según los colegas de la publicación, ella pidió taparlo con maquillaje. Se intentó, pero no fue suficiente. Más allá del detalle, la nota comienza abordando la posibilidad de haber sido víctima de violencia de género. También se recuerda un episodio similar en el verano, y se le insiste sobre el tema, y se logra una sola respuesta: "Tengo códigos".
Toda esta escena lo deja en el ojo de la tormenta a su expareja. Bal . Y desde su entorno, cuentan que ella, el viernes pasado, le "destruyó el departamento, rompiendo el LCD, el celular, rayando su auto e incluso amenazando con incendiar todo". En un intento por frenarla, se habría producido el moretón.
Las versiones de los dos involucrados son contradictorias, y sólo ellos conocen la verdad. Pero más allá de la descripción del caso, ¿por qué una presunta víctima de violencia de género no realiza la denuncia?, ¿por qué el supuesto agresor no se indigna ante las versiones y desmiente el hecho y aclara con lujo detalles lo sucedido?, ¿por qué sus hiper mediáticas madres (Nazarena Vélez y Carmen Barbieri) guardan silencio?
Este es un escándalo que recién comienza y parece bizarro debido a la popularidad de los jóvenes, pero reviste una gravedad importante en el contexto de una era violentísima de nuestra sociedad, en el contexto de casos como el de Érica Soriano o Araceli Ramos, las denuncias de Karina Abregú o los 286 feminicidios registrados en 2015.
La pregunta es: ¿se puede frivolizar este tema desde la portada de una revista?