Imaginá seguir a un personaje corriendo por un callejón entero de la Isla Maciel sin que haya un solo corte, sin respiro visual.
Ese desafío cinematográfico es el corazón latente de una película argentina de este año que HBO estrenó y que ya se posiciona como una de las más vistas en la plataforma a nivel nacional.
Al encender la pantalla, el espectador se hunde en una experiencia sin tregua: acción, tensión y violencia que van creciendo al compás del plano continuo.
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Lo sorprendente no es solo la técnica: es que ese plano secuencia sostiene una narrativa cruda, íntima y realista.
Estamos hablando de Gatillero, la nueva película del director Chris Tapia Marchiori.
¿De qué trata Gatillero?
Gatillero cuenta la historia de Pablo “El Galgo” Correa, un ex sicario que acaba de salir de prisión con la intención de rehacer su vida. Pero no hay redención sencilla: su regreso al barrio lo empuja a aceptar un encargo aparentemente menor: intimidar con un disparo contra un comercio local para enviar un mensaje mafioso. Esa misión mínima, en contexto de deuda y códigos rotos, escala sin retorno hacia el caos, la traición y la violencia más pura.
Lo que comienza como una operación casi rutinaria se complica velozmente cuando antiguos colegas, viejas heridas y figuras del poder vuelven buscando favores, lealtades y justicia. Gatillero no tolera suavidades: cada decisión del protagonista lo empuja más adentro de una espiral que lo puede devorar. El barrio y sus reglas están vivos, latentes, comidas por rencores que no se esconden.
La película fue rodada íntegramente en Isla Maciel, un escenario que aporta simbología, realidad cruda y carácter propio: calles angostas, pasillos oscuros, el rumor del agua y del viento, el barrio que observa y “marca” al protagonista con su mirada colectiva. Ese entorno no es decorado: es protagonista.
¿Quiénes actúan?
Al frente está Sergio Podeley, quien da vida a Pablo “El Galgo”. Su actuación sostiene el peso del relato: con gestos contenidos, miradas que tiemblan y cansancio emocional, mantiene en vilo al espectador.
Según críticas locales, su interpretación es una de las grandes apuestas del cine independiente argentino este año.
Lo acompañan varios nombres destacados: Julieta Díaz interpreta a “La Madrina”, la figura femenina de poder que controla el territorio con mano firme y alianzas peligrosas. Maite Lanata aporta un contrapunto íntimo en un rol que cruza la línea entre víctima y presencia decisiva. Mariano Torre, Matías Desiderio y Ramiro Blas también integran el reparto.
Una apuesta técnica con tensión cinematográfica
La decisión de rodar en plano secuencia convierte a Gatillero en una apuesta audaz. Es un hilo visual que camina con su protagonista, incluso cuando los hechos se precipitan, cuando la violencia estalla.
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Ese juego de cámara única exige precisión coreográfica: actores, cámaras, sonido, escenarios, todos alineados para que el engaño visual desaparezca ante lo real.
Esta técnica, usada pocas veces en el cine argentino, exige disciplina. Cada error se convierte en un tropiezo irremediable porque no hay edición para ocultarlo. Y eso, precisamente, convierte a Gatillero en un cine objeto, de mínima, muy particular.