El incipiente avance de la industria cinematográfica de Afganistán se detuvo de repente el 15 de agosto con la toma de Kabul por los talibanes, que hizo añicos el sueño de los jóvenes cineastas que aspiraban a cambiar su país: "El mundo nos ha traicionado", denunciaron desde Venecia.
"En solo dos semanas los jóvenes más prometedores, las personas de talento y las mentes más brillantes abandonaron el país", denunció desde la Mostra la cineasta Sahraa Karimi, la primera mujer al frente de la Organización del Cine de Afganistán.
Karimi, que en 2019 compitió en la sección Horizontes de Venecia con "Hava, Maryam, Ayesha", repasó ante la prensa el trabajo que su organización había realizado y que el ascenso talibán, propiciado por la salida de Estados Unidos, detuvo.
Por su parte estaba preparando su segundo largometraje y dos documentales históricos "muy importantes", mientras se pensaban algunas adaptaciones de obras capitales de la literatura afgana.
Asimismo iba a celebrar la segunda edición del Premio Nacional de Cinematografía, se lanzó el primer concurso de cortos y un foro para jóvenes, se redactaba una nueva política para el cine, se tejían acuerdos con otros países y se estaba completando un seguro para maquinaria y cámaras en apoyo de los directores.
Todo esto, dijo, a pesar de la corrupción en el Gobierno, de un sinfín de dificultades, porque el sueño de los artistas afganos antes de la pesadilla era "cambiar la narrativa" sobre su país.
"Queríamos producir películas y contar nuestra historia desde un punto de vista distinto para mostrar la belleza", aseguró.
Sin embargo, lamentó, "todo esto se detuvo en pocas horas" y tuvo que tomar su "decisión más difícil": abandonar su tierra.
"Los archivos son ahora de los talibanes y muchos directores, sobre todo independientes que en los últimos cinco años han participado en festivales y plataformas importantes, han visto desvanecerse su trabajo en pocas horas", denunció Karimi, que comparó este drama con la película "La lista de Schindler" (1993).
Para la realizadora, se trata de un problema que afecta a toda una generación, pues el 17 % de las 33 millones de personas que viven en Afganistán tienen menos de treinta años.
Fuente: EFE