La fría luz de un mediodía invernal se filtra por el vitraux de la puerta aportando la única cuota de color a la escena. Sentado en un rincón de un elegante salón enteramente blanco del Palacio Piccaluga, Julio Chavez (61) recuerda aquel día en el que el destino le presentó -sin siquiera él sospecharlo- una de las encrucijadas mas importantes de su vida. “Yo empecé a estudiar teatro en el Conservatorio y, paralelamente, también había entrado al de danza. Pero no me quedé, me fui a la semana porque me di cuenta que no iba por ahí y me quedé en el Conservatorio de Arte Dramático”, evoca ante el micrófono de Ciudad con su característica media sonrisa y con la seguridad de quien ha tomado la decisión desde lo más profundo del corazón.
Consagrado desde hace años como un maestro de actores, Chavez se prepara para regresar a la televisión luego de dos años con El Maestro (miércoles, a las 22.45 horas), la nueva miniserie de doce episodios producida por eltrece, TNT, Cablevisión y Pol-ka. Con un elenco de lujo integrado por Inés Estévez, Juan Leyrado y Carla Quevedo, libro de Romina Paula y Gonzalo Demaría, y dirección a cargo de Daniel Barone, la ficción cuenta la historia de Prat, un bailarín de danza clásica retirado de los escenarios hace casi ya tres décadas. Afable y comprometido con su rol, Julio desplegó todo su magnetismo en un mano a mano imperdible con Ciudad, a horas del estreno.
-¿Qué es lo que más te gusta de tu personaje?
-Lo que más me gusta es que haya sido exbailarín y que sea un hombre que se ocupa de la danza, que es lo más novedoso para mí. Me obligó a meter el cuerpo en una disciplina que me es ajena, pero que de alguna manera tengo que hacerla familiar para construir una ficción. Y, si bien todo es mentira, hay que aprender a mentir bien. Es muy difícil hacerlo si vos no sabés lo que tenés que hacer. La barra, las calzas, las zapatillas de danza y aprender a construir la ficción, eso es lo que más me atrajo. Me gusta que es un hombre que sigue interesado, que tiene ese elemento fundamental que los seres humanos no debemos perder: la curiosidad del fenómeno del vivir.
-¿Cómo fue el encuentro con este mundo?
-Es muy demandante, imaginate que a esta altura del partido meterme a hacer barra es muy complicado. Pero por otro lado, es una provocación. Le preguntás a tu instrumento ‘¿vas a poder?’. Y tu instrumento de golpe te responde ‘sí, puedo’. Hay un chequear para que esté despierto, responda y no esté dormido.
-El Maestro significa tu regreso a la pantalla chica luego de dos años, ¿extrañabas la televisión?
-No llego a extrañar porque en el momento en el que puedo llegar a hacerlo, ya tengo un proyecto. Pero cuando vuelvo a hacer televisión, que por lo general es un año y medio, más que extrañar, este proyecto es un hermoso reencuentro. Estoy muy enamorado de mi oficio y de este espacio que me ha dado Adrián (Suar) y lo que me ha permitido hacer. Por la experiencia y por el aprendizaje, es un espacio extraordinario.
-¿Esta periodicidad es planeada? ¿Descansás vos o hacés descansar al público?
-Un poco sí es planeada, es para que descansen de mí. Porque milanesa todos los días, no. Pero cuando cada tanto aparece una, decís ‘qué bueno’. Creo que todavía es muy fuerte la entrada de la televisión al mundo, si bien hoy está diversificada y hay muchas otras redes, la televisión sigue siendo un espacio de proyección importante. Vos querés imprimirle al espectador una nueva ficción y para eso tiene que olvidarse de vos. Hay que ayudar a que el imaginario del espectador se tranquilice de lo que uno imprimió y le permita nuevamente construir una ficción. El amor también es así. Todos los días es un problema, habría que verse cada tres o cuatro días, ahí se podría mantener mejor, ja ja ja.
-¿Mejor no convivir?
-Bueno, tiene esos problemas, ja ja ja.
-Estás en la obra Un rato con él, junto a Adrián Suar y tenés muchos proyectos. ¿Qué hacés cuando no estás actuando?
-Estudio, sí. Leo, me preparo, hago cursos, siempre dentro de lo que la humanidad ha hecho. Agradezco enormemente la producción humana y me ocupo de tomar contacto con eso, para mí no hay mayor descanso que ponerme a estudiar un autor que me gusta. Yo descanso de mí mismo, me canso conmigo. La existencia sin ocupación es un problemón, no me gusta.
-¿No te aguantás sin hacer nada?
-No, no lo entiendo. Soy contemplativo, pero es muy raro que me encuentre ‘hueveando’. Entiendo que la gente dice que lo hace, pero no sé qué hacen, no entiendo qué carajo hacen. Ellos lo dicen, pero hay que ver qué hacen. La vida es corta y las cosas son muchas. Ahora, por ejemplo, estoy leyendo unos escritos políticos de Hermann Hesse. Es extraordinario, y digo ‘esto es el ocio para mí’.
-Para cerrar, vamos al opuesto de tu personaje: ¿en qué sos un mal alumno?
-A comer, como muy mal, no mastico. Creo que es de esas cosas que muchas veces me han intentado enseñar y no las aprendo. Abro la heladera, como apurado, como parado, como frío, como caliente. No tengo el gusto de sentarme y aprender a cortar, dejar los cubiertos, masticar. Soy una especie animalito, debo decirlo. Perdón a los que me han querido enseñar.
-Bueno, en lo de Mirtha Legrand se te vio bien.
-¡Porque no comés! Jajaja. Dije ‘llego a agarrar un bocado y la ensucio a la señora’. Porque el temblor de la mano era muy grande. Pensé ‘hay que organizar esta parte de arriba, y lo de abajo, que haga lo que pueda’, ja ja ja.
Cámara y edición de video: Leandro Bevilacqua.