Esteban está consternado. Le mandan mensajitos, lo llaman, lo miran por la calle. Sus compañeras de facultad lo invitan a tomar algo. "Esto es nuevo, Greta, hasta la semana pasada nadie me daba bola".
Ayer, sin ir más lejos Nadia, una antigua compañera de trabajo, le preguntó por qué entre ellos nunca había pasado nada, si siempre tuvieron tanta onda. "¿Siempre?", se pregunta Esteban, "¿y por qué no me lo comentó hace un mes?".
"Te juro que es de locos, Greta, no miento", dice Esteban mientras hacemos cola en el banco. Y para darme pruebas de la flamante atracción animal que ejerce sobre las mujeres, se da media vuelta y elige a una rubiecita que lo estaba mirando cuatro lugares más atrás. Vuelve a los 5 minutos. "¿Viste?, le pregunté si después del banco se prende para almorzar algo conmigo y me dijo que sí, como si fuera lo más razonable del mundo. Y yo sé, Greta, yo sé que estas cosas no pasan".
Decíamos: el punto de inflexión fue la semana pasada. Desde ese momento las chicas parecen haber muerto de amor por él. Adivinen ¿Esteban se hizo una cirugía estética que lo dejó precioso? No. Casualmente fue su primera semana de noviazgo después de un par de años más bien solitarios.
¿Qué es lo que pasa? ¿Todas estas mujeres quieren poner a prueba el amor de Esteban por su novia nueva? ¿es un complot para hacerlo ceder a la tentación?. "Preferiría que no se acerquen", se queja Esteban, ¿me quieren hacer arruinar la relación?". Yo le digo que son las feromonas. Y que, efectivamente, su noviazgo recién nacido lo hace brillar como un bicho de luz. O que ahora que no está interesado, ellas sí lo están, ¿no es esa acaso la ley infalible de la histeria?
¿Es cierto que los hombres se ponen más lindos cuando están de novios? ¿o somos las malas mujeres que les queremos arruinar la relación?