Este martes Susana apareció un poco pálida, un poco agitada, un poco con cara de desesperada. Me saludó e instantáneamente me dijo: "Me quiero matar". Era obvio, lo suyo no tenía nada que ver con impulsos suicidas: "Mi suegra vino y limpió todo, dio vuelta la casa", dijo y se puso doblemente pálida.
La idea de la suegra dando vuelta la casa era desagradable, pero no estaba a la altura de semejante ataque de pánico. No es para tanto, le dije. "Greta, vos sabes que Chiche y yo tenemos un montón de juguetes". Ahí caí. Susana y Chiche tienen un montón de juguetes ocultos en diferentes partes de la casa.
Un consolador y una mariposa estratégicamente escondidos en diferentes partes del placard, entre la ropa. En el cajón de las bombachas, además, Susana tiene cantidad de lencería erótica, como para disfrazarse de Caperucita Roja, de enfermera o de gatúbela. Las esposas las guardan un cajón del mueble del baño. Y también tienen ahí la última adquisición: el pussy sucker, el preferido de Susana. En fin. Chiche estaba engripado, Susana estaba trabajando y la suegra pensó que hacía un gran favor si metía un poco de limpieza a la casa, sin pedir permiso.
A Susana le consta que la doña anduvo por el placard porque había reorganizado toda la ropa. Los cajones del baño ahora también estaban ordenaditos. Los juguetes no estaban en sus lugares habituales. Susana se desesperó. La señora, le había puesto los dedos encima. Qué espanto. Pero lo que es peor, había averiguado detalles de su vida sexual que nunca debió haber conocido.
Después de sonarse un rato largo la nariz, Chiche creyó recordar algo. "Fijáte en el cajón de tu mesita de luz". Efectivamente, ahí Susana los encontró. Cada juguete había sido envuelto en dos servilletas de papel. Moraleja: buscar lugares anticatástrofe para ocultar los sex toys.
¿Dónde guardás vos tus juguetes? ¿llegaron a manos de quienes no debían encontrarlos alguna vez?