Muscari vive tiempos de esquizofrenia, o eso parece si uno se fija en la cartelera de teatro: en el Teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062), los viernes y sábados a las 23 se puede ver Fetiche, el Biodrama con el que indaga en la vida de la fisicoculturista, teóloga, diplomada en salud sexual y ávida consumidora de películas en DVD Cristina Musumeci (estrenado en 2007, que ahora vuelve); y de miércoles a domingo en el Multiteatro, el clima es otro cuando la intimidad gana la sala para En la cama, una obra mínima en la que lo que se pone en juego son los enredos de pareja.
No es la primera vez que el autor presenta más de una obra en cartel, pero llama la atención lo opuesto de estas dos, al menos a primera vista. En la primera, Carla Crespo, Julieta Vallina, Mariana A, Edda Bustamante, María Fiorentino e Hilda Bernard se ponen la careta de la inclasificable Cristina, y en un escenario que representa un gimnasio, pero que se transforma en los recovecos de su personalidad cuando baja la luz, ellas enumeran las múltiples partes que hacen a la Musumeci. En cambio, Gerardo Romano, Viviana Saccone, Mónica Ayos y Walter Quiroz se encargan de representar el amor, el desamor y todo lo que queda en el medio cuando dos parejas se dan cita en una cama. ¿Off vs. Comercial? ¿Experimental vs. Consagrado? ¿Muscari vs. Anti-Muscari? "No es así, pero el afuera lo ve bastante así", dice José María en el centro de su casa, un pequeño gran ambiente con vista al corazón del Parque Lezama y que da la impresión de ser como una computadora Mac hecha casa, por la blancura de sus paredes y el minimalismo de su decoración, aunque aparezcan, desparramados por ahí, sus propios fetiches (entre ellos, una estatuilla de un muscle-man que le regaló, con dedicatoria tallada en bronce, la propia Musumeci).
Muscari habla rápido, sin parar y sin trabarse, y sigue: "Pero por ejemplo, En la cama tiene un gen muy directo que es Shangay, que hablaba de algo muy puntual: el sentimiento en una pareja de dos hombres que se separaba. O sea que un espectáculo muy under y muy legitimado como mío resultó en otro que ahora todos ven como muy diferente a mí, que es En la cama, donde continúo reflexionando sobre el amor". Y remata, astuto: "Entiendo perfectamente el razonamiento y además me hago cargo: uno es partícipe de lo que genera. Yo no me siento polémico, pero no voy a dejar de especular con eso".
Sin embargo, el director y dramaturgo reconoce algo en común entre Fetiche y En la cama: las mujeres tienen el poder. "Me gustan, me interesan, me identifico con ellas. Mis grandes relaciones tienen que ver con ellas, y además son mucho más arriesgadas para hacer el teatro que propongo que los hombres, que somos más fríos".
¿Qué pasa con los actores? ¿Cómo es trabajar con famosos y con actores under?
Completamente igual. La única diferencia es que con los actores del under nos ponemos de acuerdo a ver qué ropa van a usar en la escena porque la tenemos que comprar barata, y con los famosos hay un productor que compra la ropa que ese actor se quiere poner. Pero no hay mayor diferencia. De hecho, hay un momento de la obra que es una orgía y la propuso Gerardo Romano. Hay una retroalimentación: los actores que eligen trabajar conmigo lo hacen porque consideran que va a ser diferente para ellos, y entran con una fantasía de locura que a la semana de ensayo se les evapora. Hay algo muy fuerte que pasa conmigo: lo que se proyecta y lo que soy. De afuera creen que soy un loco drogón que me hago el creativo, pero soy todo lo contrario, soy una persona pragmática y trabajadora. Soy todo lo contrario a lo que mis espectáculos denotan.
Cristina Musumeci también es trabajadora. Y los músculos inflados y tersos de su cuerpo dan cuenta de su esfuerzo y de su disciplina. En Fetiche, la obra que le dedica, Muscari indaga en sus facetas más marcadas: su juventud, la comida, la androginia, el sexo, el intelecto y la vejez. Nada mal el personaje, por haber sido descubierto en una búsqueda de personal trainer: "La conocí por medio de Carolina Fal, que, como sabía que a mí el gimnasio no me gustaba, me recomendó ir con Cristina, que es una capa. Hubo una época en la que yo iba tres veces por semana a entrenar con ella".
¿Por qué elegiste hablar de ella con tu obra del ciclo Biodrama?
Me copaba, tiraba por la borda el imaginario que uno tiene del que se dedica al cuerpo, tenía una vida intelectual, cultural y sensible que yo no asocio a alguien así, por prejuzgamiento, obvio.
¿Qué dijo cuando le contaste de la obra?
Al principio se asustó, pero después se interesó y lo permitió. Ella no conocía lo que yo hacía, aunque había ido a ver Electra-shock, por Carolina Fal. Después se fue metiendo, y participó del proceso de creación, la presencia de ella ayudaba mucho en los ensayos. Por ejemplo, ella me dijo que le resultaba raro que hubiera malas palabras, porque ella por lo general no puteaba. Y me di cuenta de que tenía razón: las puteadas tenían más que ver con una idea de dramaturgia mía.
¿Cómo lograste meter en Fetiche a Hilda Bernard?
Una noche estaba viendo una entrevista a ella en un programa de cable y escuché que decía que su asignatura pendiente era el teatro, que siempre la encasillaban para la televisión. Y como el encasillamiento a mí me rompe mucho las pelotas, me dieron ganas de llamarla. Ella aceptó por teléfono: "Sí, claro, me interesa, querido". Después me contó que cuando cortó llamó a un representante y llamó a Lydia Lamaison y le dijeron "Mirá que te va a querer desnudar, ojo"...
Yendo de la cama al gimnasio, de las mujeres a las parejas, de los enredos de los pensamientos a los cruces del amor, el resultado para José María Muscari es un tanto extraño. El director, que habla sin parar, una vez pone pausa y piensa. Y entonces lo larga: "Ahora me resulta raro verme en Fetiche, cuando yo ya estrené En la cama. Siento que hay algo mío que se movió. Cuando reestrenamos la de Cristina, me resultó raro ver un espectáculo tan grande, con actrices cantando y con humo, cuando venía de estar metido unos meses en una puesta chiquita". Muscari por dos: vale la pena ver sus propias facetas.