La procesión va por dentro... y por fuera. Mientras la Bersuit Vergarabat arrimaba los últimos acordes de La bolsa, una marea de personas se asomaba por las calles que abrazan al Parque Battle, en Montevideo, y prometía sumarse a las 50 mil que, a las 19.10, ya se distribuían entre los 5 escenarios, 3 carpas, 26 barras internas y 25 puestos de venta de mono productos, de la Fiesta de la X. Montado en un predio de 12 hectáreas, el festival hizo culto a su slogan que rezaba diversidad cultural y regó la tarde-noche del sábado, y la madrugada del domingo, de ritmos, artistas y personajes variados.
Mientras el pelado Cordera bajaba del escenario -ver video-, en la "Casa del misterio" preparaban el lugar para sesiones de lectura con bola de cristal. También, al mismo tiempo que los chicos de Bufón exigían un pogo a la multitud, las puertas de acceso a la tribuna Amsterdam del mítico Centenario parecían el paisaje de un tributo al Negro Jefe, pero los aplausos y el calor iban para Alejandro Dolina, quien transmitió un especial de "La venganza será terrible" de cara al mismo arco que el Chango Cárdenas inmortalizó en la retina del pueblo racinguista. Más allá, los DJ del "Open park electrónica" recibían el eco de los saltos que de este lado del charco emanaba la tribu de la Creamfield y hacían rebotar a muchos.
Esta fue la séptima edición de la Fiesta, un evento que nació en 1999 a partir de una radio, la X, que era la única en materia de rock, en Uruguay. En el derrotero faltó la edición de 2004. Para tener una dimensión del festival, hay que pensar, por ejemplo, que el Pepsi Music, el día de mayor convocatoria reunió 25 mil personas. ¿Las entradas? $300 uruguayos, algo así como 35 de los nuestros. "Esto no es un festival sólo de música. Hay un montón de otras cosas artísticas que suceden", dijo Carlos García Rubio, el organizador. Por otra parte adelantó que el año que viene, "está la posibilidad de hacer esto mismo en Chile".
La idea de quemar naves poderosas desde el principio Bersuit, Buitres, por ejemplo- obedeció a la idea de que todos se acercaran temprano al predio. Claro que primero había que consultarlo con el físico, porque el carrusel de alegría ofrecía su última sortija recién a las 5 de la mañana. Entre tanto, el ritual de la familia unida era una realidad y no se distinguían edades... o sí, ya que a los más chiquitos los padres los dejaban en la enorme guardería con pelotero, y otros juegos, que estaba a metros de uno de los accesos. Aunque, los botijas no se privaban de abrigarse con banderas de La Trampa las más- o de Trotsky Vengaran.
Si el de La Trampa se llevó el título de show más poderoso y multitudinario de la noche, el de Babasónicos, sin dudas, se quedó con el diploma de espectáculo más difícil de entrar para los que nos arrimamos antes de que arranque. Es que colapsaron los ingresos para presenciar el glamour de los de Adrián Dárgelos, en el Centenario. Para la gente de Astroboy, esto fue agua bendita porque el atraso en la grilla provocó que tocaran a tribuna repleta.
Entre tanto rock, el clásico candombe y murga uruguaya se hizo un lugar. Así, no faltaron los disfraces al compás de Curtidores de Hongos. El que sí falto fue el DJ vanguardista Dani Umpi: "Si llegó tarde al entrega de los MTV, cómo no iba a llegar tarde a esta fiesta de mierda", soltó con gracia uno de sus coequipers mientras estiraban su presentación y lo esperaban. Finalmente, primero tocó el grupo Closet y luego sí fue el turno de Umpi.
Está claro que si los festivales tuvieran un superhéroe que los sponsoreara, ese debería ser uno con cuerpo de pulsera, esas que abren paso a las mejores ubicaciones, al contacto con los protagonistas y también, claro, al Dios Catering. Por eso, sobre el final mucho antes también-, el vip gastronómico reclutó asistentes al pie de promotoras que ofrecían paella y champagne.