La vida de Dolores Barreiro siempre estuvo marcada por los viajes, la maternidad y una capacidad casi intuitiva para construir hogar aun en movimiento. Dentro de ese mapa afectivo, Indra se convirtió en una compañera inseparable y en la presencia que ordenó las etapas más transformadoras de la modelo.
Nacida el 1° de noviembre de 2015, Indra creció entre rutas, estadías breves y ciudades nuevas que formaron parte del estilo de vida que su madre adoptó desde hace años.
Tras la separación del matrimonio en 2019, la nena se volvió una figura central en el universo cotidiano de Dolores.
Fue con ella con quien atravesó mudanzas, cambios profundos y búsquedas personales que, lejos de hacer ruido, se fueron acomodando de manera orgánica en su día a día.

Las imágenes que Barreiro comparte en sus redes sociales permiten entrever la complicidad que las une. No hace falta texto ni explicaciones: se nota en las miradas, en la calma de los viajes juntas, en cómo ambas parecen integrarse con naturalidad a los paisajes que recorren.
Durante un viaje por el norte argentino, por ejemplo, Indra apareció relajada y segura frente a la cámara, con una sonrisa amplia y una soltura que evoca el camino profesional de su madre, aunque todavía sin intención de convertirse en modelo.


QUÉ ES DE LA VIDA DE INDRA CAMISANI
Ese vínculo con el deporte se profundizó cuando, en junio del año pasado, la modelo decidió instalarse junto a Indra y su hijo menor en Hindhead, un pequeño pueblo del sur de Inglaterra rodeado de verde.

Dolores sintetizó el impacto de este nuevo entorno con una frase que publicó hace unos meses: “Vivir en Hindhead ha sido un cambio refrescante. Aquí encuentro paz y un ritmo de vida que me permite estar más presente para mis hijos y para mí misma”. Y esa sensación se refleja en cada imagen: lejos de la vorágine de la moda y del ritmo acelerado de Buenos Aires, su vida parece haber encontrado una cadencia distinta, más íntima y más clara.

Mientras tanto, sus hijos mayores —Valentino, Salvador y Milo— continúan en Buenos Aires, donde estudian y comienzan a dar sus primeros pasos en el modelaje, siguiendo el legado familiar. Dolores habla de ellos con un orgullo sereno y destaca que, pese a la distancia, siguen muy unidos: “Mis hijos mayores están muy comprometidos con sus carreras y les encanta Buenos Aires”.




