Luego de que Thelma Fardin alzara su voz y denunciara a Juan Darthés por violación, la actriz volcó su historia en El arte de no callar, el libro autobiográfico en el que estuvo trabajando los últimos meses y que presentó en la Feria del Libro.
Feliz de esta nueva etapa y de haber cumplido uno de sus desafíos, Thelma compartió su sensaciones en Instagram: "Siempre escribí, siempre soñé con mis libros, pero nunca me imaginé qué el primero lo escribiría en 3 meses, acompañada por un amigo tan hermoso y a los 26 recién cumplidos). @Soymaza, te quiero una banda", compartió en la red social, junto a una foto en la que se la ve muy sexy, con botas estilo texanas largas y recostada sobre una cama.
"Siempre escribí, siempre soñé con mis libros, pero nunca me imaginé qué el primero lo escribiría en 3 meses".
Luego, dio a conocer algo de lo que figura en el segundo capítulo de su obra que reza lo siguiente:
"Me gusta el frío, pero no estoy segura si es por el hecho de haber nacido en el sur. Aprendí a esquiar a los 3, pero a andar en bicicleta, recién a los 10. Recuerdo la sensación de deslizarme con las tablas de esquí por la ladera del Cerro Catedral en pleno invierno.
Recuerdo la sensación de no tener miedo a nada. Una de las últimas veces que esquié –por esquivar a una persona– perdí el control en la maniobra evasiva al punto de no poder volver a dominar los esquíes. Intentaba hacer cuña, doblar, inclinarme y cambiar el ángulo de las tablas para ejercer una mayor fricción, lo que sea; no había caso. Todo pasó en pocos segundos pero recuerdo perfectamente que a pesar de mis esfuerzos no lograba frenar. En ese momento entendí que si no me tiraba, la montaña y la fuerza de gravedad me iban a tirar a mí; algo que, por experiencia, entendía perfectamente que podía llegar a ser mucho peor.
En un acto decisivo tan veloz como efímero, me entregué al fracaso, a la caída. Solté los bastones y me tiré de manera voluntaria para desacelerar la bajada empinada y frenética. Una pensaría que por elegir la caída puede aminorar el golpe pero no siempre resulta. Di vueltas en el aire con los esquíes puestos ya que en ningún momento se salieron (sí, todavía no me explico cómo no me rompí una pierna) hasta que finalmente el mundo dejó de girar de una sacudida brusca y seca que me dejó desorientada. Primera y única vez que me bajaron en patrulla. Esa sensación quedó grabada en mi cuerpo. Todavía hoy, cuando estoy frente a una situación en la que tengo que tomar una decisión difícil, mi cuerpo recuerda ese instante, ese milisegundo en el que decido lanzarme al vacío y frenar por mi propio peso".
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