Todo depende de los ojos y la mirada.
Uno como periodista de espectáculos puede llegar a una nota como llega siempre: puede saludar al entrevistado, puede darle un beso en el cachete, puede sentarse más cerca o más lejos del famoso depende de la onda que el famoso tenga, puede preparar la cámara para que grabe en cinco segundos y puede, por fin, arrancar diciendo "¿qué tal estuvo el show, Axel?" sin que la desidia asombre.
Siempre se hace eso.
Todos hacemos eso.
Como en la vida, uno también puede tratar de que lo "normal" no se haga costumbre. Entonces, medio por milagro, medio por rebeldía, medio por intuición, uno decide hacer la famosa "otra cosa": porque aunque uno sea periodista de espectáculos también puede tomarse el tremendo trabajo de saber mirar.
Y ahí, sacamos a relucir los ojos.
Y miramos.
Lo vemos a Axel en el camarín. Vestido con un jean gastado y una remera blanca. Tranquilo. Traspirado. No muerdo, dice. Nos acercamos. Sin filtro, Axel empieza a hablar. No para. Es que habla mucho. Pero no es de esos que parlotean porque nació con lengua. Axel es un muchacho especial. Es de los hombres que conocen la palabra "esencia".
Es de los que también miran.
En la nota, Axel, el músico, el que le canta a su abuela Memé y a la palabra amor sin vergüenza, se atreve también a hablar de otras cosas. Si no lo creen, hagan play y vean la entrevista.
"Estamos en un momento del mundo en el que la gente necesita hablar de amor. Ya no queremos guerras, ya no queremos pobres, ya no queremos violencia. Estamos en un momento especial de la humanidad en el que las palabras de amor y el amor son una salida para el alma".
Axel habló de intuición, de espíritu, de alma, de universo...
En definitiva, de esa energía que se siente cuando alguien tiene la valentía de hacer otra cosa -mejor- con la vida.
De eso que sólo depende de los ojos y de la capacidad de asombro.
Y Axel tiene ojos lindos.
No porque sean verdes o grandes.
Tiene buenos ojos porque los usa.
Axel también mira.