Laura y Nicolás se conocieron hace algunos años. Ella, mesera y actriz amateur. Él, un escritor al que se le iban los años tratando de escribir su gran novela. Ambos se enamoraron locamente, mágicamente. Se volvieron imprescindibles en la vida del otro y, sabiéndolo o no, se convirtieron en el condimento vital de cada uno.
Eran capaces de vivir encerrados durante varios días. A los dos amantes sólo los saciaba el cuerpo del otro. No importaban las comidas, los horarios, el afuera. La felicidad era plena y no hacía falta nada más. El sexo era supremo, y cada vez iban incorporando nuevas tácticas y técnicas que los enriquecían más y más.
Él se sentía tan satisfecho y feliz que un día comenzó a preguntarse cuánto más duraría. Sentía que vivía en una irrealidad como la que alguna vez había escrito en sus novelas. Pero, sin embargo, era real.
Su amor estaba ahí, durmiendo al otro lado de la cama. Acariciándolo, abrazándolo, sintiéndolo como nunca antes nadie lo había sentido. Pero su cabeza no podía parar de pensar en que todo eso tendría un final, una fecha de vencimiento. "Nada es para siempre", pensaba en voz alta y "estamos en la plenitud. Ahora posible y lentamente, comience el descenso".
Hasta que sucedió. Un día al mirar a Laura pensó: "Ya no siento lo mismo. Ya no la deseo como antes. Lo mejor ya pasó". Y así, poco a poco, comenzó a experimentar todo eso que había sentido, pero a la inversa. El rechazo hacia ella estaba instalado.
Laura comenzó a sentirlo. Todo lo que hasta ese momento había sido fluido y funcionaba a la perfección, comenzó a transformarse justamente en lo contrario.
La televisión se convirtió en la aliada perfecta de la pareja. Tanto, que pasaban días, semanas sin tocarse. Él sufría cada noche porque debía acostarse a su lado.
¿Por qué tanto placer se había transformado en repulsión?
Ella trataba de seducirlo como podía pero sólo empeoraba las cosas. El desamor de su pareja se hacía evidente y sólo la llevaba a un lugar de degradación.
Decidieron entonces separarse. Él lo decidió: "Hagámoslo al menos para preservar el hermoso vínculo que tuvimos", dijo. Ella asintió, amargada, triste, sin más remedio.
Según la psicóloga Laura Viacava, en Nicolás operó la llamada "Profecía del autocumplimiento". ¿Qué significa? Un término usado generalmente en psicología que remite a pensamientos que invaden, perturban y angustian.
"Él hacía el duelo por Laura antes de perderla y, después de un tiempo, esa fecha de vencimiento que le había impuesto a la relación, se hizo presente en la realidad. Esto es posible porque, algunas veces, actuamos inconscientemente para llegar a esos lugares tan temidos y angustiantes", explica la licenciada.
¿Es posible evitar esos pensamientos que nos boicotean?
"Se puede modificarlos si primero se es consciente de que esto sucede. Ese será el primer paso para realizar un cambio en la operatoria del pensamiento , que derivará en modificaciones profundas. Por supuesto que esto conlleva tiempo y esfuerzo", aclara la psicóloga y agrega que " si esos pensamientos vienen a la mente es porque, en un punto, se está jugando en ellos algún tipo de satisfacción incon s ciente. Deberá trabajarse este modo de operar de la persona para que pueda empezar a actuar de manera diferente", concluye.
Trabajar y reafirmar la autoestima mediante una terapia también es recomendable. Muchos creen que no merecen ser queridos y es ahí cuando harán todo lo posible para que su relación termine en el fracaso.
Se trata de permitirnos ser felices y dejar de lado los miedos. Habilitarnos a vivir el amor en forma plena, sin pensar en que todo va a terminar.
¿Si vivís un momento de máxima felicidad, pensás que tarde o temprano se va a terminar? ¿Registrás cuando, sin querer, hacés todo lo posible para que eso ocurra?