¿Es Batida de Coco el gran himno punk de Sudamérica?
Desde sus líricas hedonistas ("Sentado aburrido me sentía/ Un gustito en la boca me seguía/ Batido de coco esa es la mía/ cambia la onda de este día") se acerca a otras letras similares de los 70, pero el verdadero valor punk de la canción no está ahí ni tampoco en sus tres acordes. Está en el gesto.
Dice Derek López: "Yo aprendí a no privarme de nada. Así llegué a Batida de Coco. Preguntale a The Clash, sino, que en el disco Sandinista! pasaron por todos los estilos sin venderse".Derek is a punk rocker, créase o no.
"A los 13 años me fui de casa, a vivir a una estación de subte que se llama Sao Bento, en Sao Paulo. Ahí parábamos todos los punks callejeros. Sao Paulo es una ciudad muy brava, extremadamente. Todas las patotas peleaban a muerte. Nosotros fuimos los primeros mohicanos del Brasil", dice el también autor de otros éxitos de estación, como Esperando El Sol y Ripa Na Xulipa. Es que en Agresion, su banda anterior, la guitarra llevaba distorsión.
Sigue: "No me dio vergüenza pasar a hacer Batida de Coco. Si hay algo de lo que no tengo miedo es de las críticas. Cuando yo era mohicano, me golpeaban todos en la calle: la policía, las patotas, los grandotes, todo el mundo quería ver quién tenía más huevos. Me acuchillaron, me rompieron los dientes, me corrieron a los tiros...". Entonces, luego de los diez años que le llevó volver a reinsertarse en la vida social, le pareció natural darle rienda suelta a su ADN verdeamarelho: "Me encanta el coco, en la playa es algo básico. Esa onda me re va, fogón, arena y surf".
Derek puede recitar de memoria la letra de "I m not down" de The Clash porque fue el bálsamo al que se agarró fuerte cuando la vida lo golpeó. "Yo he sido humillado y herido/ Pero no estoy abajo porque he crecido", recita como si fuera un Padrenuestro.
Leer y creer: "Nunca voy a dejar de ser punk. Yo he muerto en esas calles. Y he renacido. No una ni dos veces, sino muchas...".
Es entonces cuando todo se esclarece: Batida de Coco es un gesto punk, el manotazo para salir del esa estación de subte, el verdadero DIY de un marginal feliz.
Javier Sinay