Un llanto suave, de vez en cuando, se cuela en la charla. Más tarde, cuando la entrevista haya terminado, presentará al benjamín de la casa: Juan, quien acaba de cumplir sus ocho meses. Toto, el hijo mayor, está cursando su primer grado y eso moviliza a la mamá, quien ya ve en su primogénito a un hombrecito. Luis Luque (apodado "Pipo") no pierde ocasión de hablar con orgullo de Santiago, su hijo de 21 años que estudia cine y Artes combinadas, además de japonés -es hijo de la actriz Silvia Kutica, mujer de Luque, pero el actor lo siente propio-. Tampoco se privan de hablar de sus respectivas parejas: el músico de jazz Mariano Otero, esposo de Florencia, hasta aparece en la escena del reportaje para saludar. Y Luis se refiere a Silvia en varias oportunidades. Es que la obra que pronto estrenarán gira en torno al amor. Entonces, ¿de qué otra cosa hablar? Tan involucrados están en el proyecto, que las reflexiones que les sugiere el libro las traen a colación permanentemente.
Frankie & Johnny en el Claro de Luna, de Terrence McNally, bajo la dirección de Leonor Manso, es una pieza "chiquita", explican sus protagonistas. Será porque se trata de una historia sencilla, con una puesta para sólo dos actores, que habla de seres comunes. Pero a la vez es "grandiosa", ya que aborda cuestiones trascendentales. Dos "perdedores". Eso son Frankie y Johnny. Se encuentran en una gran ciudad, donde la única alternativa para salvarse es el amor. Frankie es moza de una cafetería y Johnny, el nuevo cocinero. Son dos corazones solitarios.
En el barrio de Palermo, ante el enorme ventanal que da al patio de la casa de Florencia, frente a una pileta repleta de hojas del otoño, sentados alrededor de una mesa, los actores se aflojan antes de que se encienda el grabador. Temas como el compromiso político ante la proximidad de las elecciones, la juventud y el vacío cultural copan la escena. El desafío: lograr que sigan diciendo cosas interesantes cuando la cronista apriete "rec" y se encienda la luz roja. No es difícil. Esta dupla sabe de qué quiere hablar, qué pretende decir y cómo no pisarse las voces, siendo dos verborrágicos divertidos, a los que les cuesta ceder la palabra. Pero lo logran.
"Yo creo en el amor. Es el vínculo más sano y poderoso, que te salva la vida", define "Pipo" y agrega: "Entonces, es muy apasionante hacer esta pieza". Porque Frankie & Johnny "es una historia de amor. Para el público va a ser como estar espiando una pareja", continúa. "No es una comedia romántica de Meg Ryan", aclara Florencia. "Es una obra que sin ser pretenciosa, es muy profunda", sigue la actriz. "Cuenta la historia de estas dos soledades: seres que se conforman con la vida que tienen, que podrían vivir y morirse así. Está lleno de gente que tiene sueños que no puede cumplir y cuya única posibilidad es llegar a fin de mes, pagar el alquiler y sobrevivir de la mejor manera", explica la actriz. "De repente aparece una oportunidad, una luz. No todos están capacitados para que el cambio los sorprenda", dice ella. "El cambio es un riesgo", dice él.
Es un trabajo "muy despojado", lo definen. También como "una pieza cruda y esperanzadora". A Frankie y Johnny les cuesta, pero lo intentan. No les es fácil exponerse frente al otro, desde el aspecto físico, hasta el espiritual. A Johnny le da vergüenza mostrar su panza. Para Frankie no es fácil hablar de la violencia que sufrió. Pero ahí están, durante una hora y cuarto, en una cita que sucede en tiempo real, en una habitación sin decorado, entre sábanas, que comienza con un encuentro sexual. Después, aparecen las razones para no juntarse. Sus historias de vida, los miedos, la maternidad y la muerte. Ella había decidido no enamorarse más. El intenta mostrarle que vale la pena. Entonces se eligen. Una obra para reírse y también para conmoverse.
Pero los fantasmas no sólo se proponen amedrentar a las criaturas de ficción. A las de carne y hueso también. Aquí, el fantasma de los prejuicios los acecha. Claro que no es el caso de personas que se dejen asustar fácilmente. "Hay un prejuicio terrible con respecto a de dónde venimos cada uno de nosotros y a la posibilidad de que volvamos creíble el amor entre nuestros personajes. Sé que es una locura del afuera", dice Luque.
¿Realmente existe ese prejuicio?
Luque:
El otro día voy a hacer una nota y el periodista me pregunta: ¿La Pechocha se pone en bolas? ¿Te das cuenta? Yo le dije: No sé de qué me estás hablando. ¿La cazás? Somos profesionales y tenemos que saber pilotear esas cosas.
"Yo estaba necesitando esto. Quería empezar a conectar con otro tipo de material", dice la actriz cuyos últimos trabajos teatrales fueron Sweet Charity y El romance del Romeo y la Julieta. A propósito de lo que les pasa a los personajes, reflexiona: "Creo que las cosas no están selladas de antemano, que uno puede cambiar su vida, que nunca es tarde. Nosotros creemos en eso, porque elegimos una carrera que nos modifica todo el tiempo y nos propone un cambio constante", explica Florencia, quien empezó a actuar a los 6 años. "Tuve una crisis muy grande el año pasado, sobre hacia dónde quería estar en mi vida. Y esta obra llegó en un momento muy particular de los dos, que necesitábamos transitar un camino distinto", confiesa.
Se sienten cumpliendo un "servicio". "Los medios están hablando todo el tiempo de muerte, están generando una conciencia de soledad terrible. Y este tipo de material uno lo puede disfrutar y hacer disfrutar a la gente. El público lo va a agradecer", expresa el actor. Porque si bien Frankie y Johnny son seres llenos de carencias, revelan que "todos estamos desprotegidos", asienten los actores. "Nuestra carrera es muy jodida. Porque el éxito tiñe con un color algo que no tiene contenido. Que te vaya bien o mal no tiene que ver con el talento. El éxito no es nada. Muchas veces te encontrás creyéndote algo que no es. ¿Yo soy exitosa porque la gente me ve en televisión? No. Yo soy exitosa en mi vida porque amo a mi marido, tengo dos hijos divinos, creo en los afectos, tengo una familia que me ama y amo, y hago lo que me gusta, sin importar el resultado", asevera Florencia.
"Si la gente quiere ver un desnudo, que vaya al teatro de revista", bromea Luque, sabiendo las especulaciones que se generan en torno a sus personajes. "Puede ser que se vea algo o puede ser que no", acota Florencia. En la primera escena, Frankie y Johnny están sin ropa, debajo de las sábanas. No es la idea que muestren sus cuerpos, pero en algún movimiento, puede ser que algo se intuya o se vea. "No hay un desnudo programado. Pero si se corre la sábana, algo se puede ver", agrega. Después de esa escena, se visten. En el 87, la actriz Kathy Bates sí se mostraba desnuda.
"Somos muy parecidos, inquietos, insoportables, nos divertimos mucho", dice Luque. "La base de este trabajo está en el vínculo que tenemos como personas", continúa. "Somos muy sensibles. Nos pasa que nos sentimos geniales o que todo nos sale pésimo. No tenemos término medio. No nos haría bien un director agresivo. Y Leonor (Manso) es amorosamente clara. Es genial el trío que armamos", sentencia la actriz.
"Es un laberinto de emociones. Y es agotadora. Porque la verdad es que la obra sólo tiene sentido si la hacemos como la estamos haciendo, con esta entrega", expresa Florencia. "Para mí sería más fácil, en situaciones de la obra, pelar a la payasa que yo tengo. Pero entramos en una profundidad de trabajo, que me está costando hacer comedia. Estoy transitando un lugar tan nuevo y alucinante, que no puedo entrar desde los lugares conocidos por mí. Nunca hice un trabajo así", dice la actriz.
"En estos seres hay muchos temas oscuros. Y para empezar a solucionarlos, necesitan, primero, amor. Que por favor te quedes conmigo", remite Luis al texto para graficar. "¿Qué es mi vida? ¿Vender papas fritas y hamburguesas en un local de mala muerte, para poder llegar a fin de mes y entregarme a un tipo que me va a terminar cagando? ¿Esa es mi vida? Yo no quiero eso para mi vida", cita Florencia un parlamento de su personaje, en el que le pide a Johnny que le garantice que van a estar siempre juntos. No quiere exponerse una vez más sin red. Necesita certezas. El amor de ese hombre puede ser el ancla que la afirme en un terreno difícil para mantenerse en pie: la vida.