Los mediáticos están de regreso. En versión 2009, los personajes bizarros que desde hace más de una década alimentan la pantalla vuelven hoy, pero reciclados: como panelistas "profesionales" de programas dirigidos a un público que no era, hasta ahora, su principal consumidor como Un mundo perfecto o Animales sueltos (América) o como parodiables en ciclos multitarget como el Gran cuñado vip de ShowMatch (El Trece).
Ya no son Jorge Rial, Viviana Canosa, Marcelo Polino o Chiche Gelblung sus "mecenas". Conductores como Roberto Pettinato, Alejandro Fantino o Marcelo Tinelli legitiman, de algún modo, su reaparición, integrándolos a sus programas en clave humorística o irónica.
Desde el lunes, Jacobo Winograd y Guido Süller, por caso, se sumarán al staff de Un mundo perfecto ciclo en el que Amalia Granata ya es panelista para mostrar (prometen) su faceta "menos ruidosa": se meterán en villas miseria, viajarán en tren "como ganado", entrevistarán a policías. "Por fin Gastón Portal nos dio oportunidad de hacer otra cosa", dice Winograd. "Nos van a ir probando hasta ver a dónde podemos llegar", agrega Süller. ¿Una nueva etapa en la genealogía del mediático o un relanzamiento cosmético disfrazado de "compromiso social"?
Cuando en 1996 Samantha Farjat, Yayo Cozza, Natalia Denegri, Fernanda Villar, Jacobo Winograd y una cohorte colorida de abogados, buscas profesionales y figurettis se adueñaron de los mediodías televisivos de la mano de Mauro Viale (Mediodía con Mauro), montados sobre el "caso Coppola", sin saberlo, la pantalla estaba cambiando.
Irrumpía un concepto que habría de marcar el rumbo de buena parte de la televisión futura: había nacido el "mediático". Ya no como adjetivo (perteneciente o relativo a los medios) sino como sustantivo, como sujeto. Un sujeto que reunía en sí mismo una serie de características irresistibles: económico, colorido, distinto, ruidoso, llamativo, impactante y, sobre todo, descartable.
La transacción pantalla gratis a cambio de "show" (ídem) resultó para muchos, sino el descubrimiento de la piedra filosofal, al menos el hallazgo del ladrillo para construirse aunque más no fuera un techito en el mundo de la tele. Es que los efectos de la década primermundista de la Argentina ya empezaban a hacerse sentir.
La consolidación del personaje del mediático, combinado con el auge noventista del género del talk show (otra forma de hacer TV a bajo costo) y con los ciclos de periodismo de investigación lanzados a relevar la marginalidad en todas sus formas, dieron origen a una suerte de neorrealismo televisivo. Tan oportunista, banal y berreta como innegable en cuanto fenómeno mediático.
Así, mientras presos, okupas, cartoneros, travestis y desclasados ganaron el centro de la escena periodística-testimonial nocturna; mujeres golpeadas, corazones solitarios, empleos raros y gente que buscaba gente se hicieron dueños de las tardes. Y los mediáticos, a fuerza de tenacidad y escándalos bajas calorías, se instalaron en la pantalla para quedarse. Y vaya si se quedaron, que más de una década después todavía se sigue hablando ellos.
En 2002 el recurso se hizo programa y los mediáticos vivieron su primavera dorada. Con la conducción de Marcelo Polino, Zap (ver El arca...) juntó a toda la runfla mediática y alumbró una astracanada de proporciones que duró apenas unos meses, pero dejó huella. La lluvia de multas del Comfer y la inevitable repetición de la fórmula, sumadas a las acusaciones de TV basura de una sociedad capaz de escandalizarse por esto y no tanto por otras cosas, terminaron más temprano que tarde con el sueño del espacio propio.
Pero no importó, la breve experiencia en el aire les había dado las armas para sobrevivir a futuro. Porque hasta ese momento, su participación se limitaba a opinar sobre cualquier cosa. Pero a partir de Zap, a la manera de pequeños Frankenstein de mesas de saldo del Once, los mediáticos cobraron vida propia. Ya no fueron a la tele solamente a hablar de otros, sino que los temas pasaron a ser ellos mismos. De ahí a generarse una vida ad hoc, para ser contada por TV, hubo un paso. Desde entonces: se casaron, se separaron, tuvieron hijos, se pelearon, quebraron, se desmayaron, se reconciliaron, discutieron, lloraron, se internaron, se acusaron de todo, intentaron suicidarse, fallaron, desaparecieron y reaparecieron. Siempre.
"Yo hace 14 años que estoy en televisión y todavía no sé lo que hago" se sinceró días pasados Ricardo García, uno de los referentes de la primera guardia cuyo único atributo es ser el marido de Adriana Aguirre. Lo mismo podría decirse de mediáticos full time como Jacobo Winograd, los hermanos Guido y Silvia Süller, Mich, la misma Adriana Aguirre, Oggi Junco, Vanessa Show y Amalia Granata, y mediáticos part time, también llamados de medio pelo, como Claudia Segura, Leevon Kennedy, Nino Dolce y una caterva de botineras sin identificación que cartonean pantalla.
El de los mediáticos es un gremio inorgánico en el que cada uno se la rebusca como puede. Así, Mich, un día se revela como presunto amante de Ricky Martin y otro es fajado en cámara por la travesti Zulma Lobato por decirle "señor". Un día, Guido Süller denuncia que está siendo acosado por un admirador y al siguiente presenta a un presunto hijo, que lógicamente resulta ser falso, pero qué importa. Y otro día, García se desmaya y lo llevan en ambulancia, o Winograd, en plan justiciero, despotrica a los gritos contra Dios y María Santísima, o Silvia Süller, llorando, hace revelaciones que no le importan a nadie.
Para sobrevivir, los mediáticos cuentan, claro está, con la complicidad de muchos espacios televisivos que necesitan de ellos, constituyendo una sinergia de bajo presupuesto pero de alto rendimiento que nutre a una red de medios vinculados al espectáculo (revistas, sitios de Internet, blogs y foros) de sus andanzas y desventuras.
La lógica del mediático es la generación de "contenidos" para una determinada franja televisiva. Contenidos ligeros y descartables sobre los que se montan, sumadas, buena cantidad de horas de TV. Los mediáticos son a los contenidos lo que la pornografía al sexo: no lo reemplaza pero, mientras tanto, entretiene