Las chicas mueren por él, a pesar de que actualmente en Mis amigos de siempre hace de un malo impune y odioso.
"No somos una familia ensamblada: somos una gran familia. Llevamos años unidos y cuando están los tres chicos juntos no hay 'tuyos' ni 'míos'. Son tres nenes hermanados, a los que llevamos de la mano. Con Guido me cruzo todo el tiempo. Todo okey. Todos buscamos el bien de los chicos".
Federico Amador (38) está muy lejos de Luciano, su personaje en la tira de El Trece. Vive en San Isidro junto a Florencia Bertotti (31) y sueña con cosas simples: "La foto que imagino en el futuro es encontrarme a los 78 años sentado en una silla, viendo a mis 6 hijos y 14 nietos juntos. Es el objetivo, a lo que apunto en este vida, nada más que a eso", le dijo a la revista Gente.
Hace más de tres años su vida dio un giro cuando, siendo protagonista de la telenovela juvenil Niní, se enamoró justamente de quien hoy protagoniza Guapas. Y sobre la convulsión que rodeó el comienzo de la relación, responde: "Es un tema del pasado. Ya quedó atrás".
Federico es papá de Vito (7) y Ciro (4), fruto de su relación con una ex bailarina rosarina, mientras que Florencia es mamá de Romeo (5) junto a Guido Kaczka: "No somos una familia ensamblada: somos una gran familia. Llevamos años unidos y cuando están los tres chicos juntos no hay 'tuyos' ni 'míos'. Son tres nenes hermanados, a los que llevamos de la mano. Con Guido me cruzo todo el tiempo. Cuando él busca a Romeo, pasa por casa. Es parte de la cotidianeidad, lo más natural del mundo. Del mismo modo, cuando yo voy a buscar o llevar a mis hijos a Rosario, Flor muchas veces me acompaña. Todo okey. Todos buscamos el bien de los chicos".
Amador sueña con agrandar la familia, como siempre dice: "Quiero llegar a tener dos o tres hijos con Flor. Somos dos almas unidas que se cuidan y se quieren, capaces de reconocer virtudes en el otro y errores en sí mismas. Con Florencia hemos llegado a eso, nada menos que a hacernos bien".
El galán dejó bien en claro su amor por su pareja cuando decidió tatuarse su nombre en el pecho: "Si bien es algo simbólico, para mí fue también como decir 'está todo dicho'. Para mí se quemaron todas las naves, salvo en la que decidí navegar. Flor también se tatuó mi nombre en la espalda, un poquito por encima de la cadera".
¡Suspiren, chicas!