Mantener la constancia para hacer ejercicio es un desafío común para muchas personas. No se trata solo de falta de “fuerza de voluntad”, sino de una combinación de factores biológicos, psicológicos y logísticos.
Aquí te explicamos por qué cuesta tanto y qué puedes hacer al respecto:
1. La biología y la “economía de energía”
Históricamente, el cuerpo humano ha evolucionado para conservar energía. Nuestros ancestros necesitaban esta reserva para sobrevivir, cazar o huir de peligros. Hoy en día, aunque no necesitamos esos instintos de la misma manera, esa tendencia a preferir el reposo sigue presente en nuestro ADN. Es una resistencia natural a gastar energía sin una necesidad inmediata.
2. Expectativas poco realistas
Muchas veces, al empezar una rutina de ejercicio, buscamos resultados inmediatos. Queremos ver cambios físicos en una semana o un mes. Cuando no llegan, la frustración se instala y la motivación inicial se desvanece. La realidad es que el progreso físico es un proceso lento que requiere tiempo y paciencia.
3. Falta de tiempo o prioridades
En un mundo con horarios apretados, el ejercicio a menudo se percibe como una actividad “extra” que se puede posponer. Creemos que no tenemos el tiempo, cuando en realidad se trata de cómo lo organizamos. Si el ejercicio no se convierte en una prioridad y se agenda como una cita inamovible, es fácil que quede relegado a “mañana”.

4. No encontrar la actividad que te guste
Si el ejercicio se siente como un castigo en lugar de un disfrute, es casi imposible mantenerlo. La clave es encontrar una actividad que te divierta. Si odias ir al gimnasio, tal vez te encante bailar, nadar, hacer yoga o salir a caminar. En el caso del pilates, aunque es un ejercicio excelente, si no te motiva, es difícil que lo sostengas en el tiempo.
5. La falta de un plan y un objetivo claro
Empezar con “voy a hacer ejercicio” es un propósito vago. Para que se convierta en un hábito, necesitas un plan concreto:
- Definir un propósito: ¿Por qué lo haces? ¿Para tener más energía? ¿Reducir el estrés? ¿Mejorar tu postura?
- Establecer metas realistas: En lugar de “ir todos los días,” empieza con “tres veces por semana, 30 minutos.”
- Ritualizar la actividad: Reserva un momento específico en tu agenda para hacer ejercicio, como si fuera una reunión importante.
6. La soledad en el proceso
Tener un compañero de ejercicio, ya sea un amigo, un familiar o incluso una clase, puede hacer una gran diferencia. El compromiso con otra persona o con un grupo aumenta la responsabilidad y hace que sea más difícil faltar.
En resumen, sostener la decisión de hacer ejercicio no es solo cuestión de voluntad, sino de entender los desafíos, planificar con inteligencia y encontrar una actividad que se integre de forma natural y placentera en tu vida.
Fuente: Gemini.
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