La propuesta de Dior en su desfile Haute Couture prescinde de collares para tatuarlos sobre la piel con calcomanías temporales. Las modelos lucieron frases tatuadas alrededor del cuello: se leían citas como "Au départ il ne s'agit pas de comprendre mais bien d'aimer" (“Al principio no importa comprender, sino amar”), o "L'amour est toujours deviant vous. Aimes!" (“El amor está siempre antes de ti. ¡Ama!”).
En el suelo del Museo Rodin de Paría había un damero y en el techo figuras de escayola que reproducían partes del cuerpo humano, bajo las cuales desfilaron las propuestas más oníricas de la diseñadora italiana. Vestidos con énfasis en las cinturas, diseños que se convierten en lienzos y extravagantes antifaces que enmarcaban la mirada.
Con la llegada de Chiuri, las colecciones de Dior dieron un salto cualitativo espectacular. La simbología de cada una de sus creaciones es como para quitarse el sombrero, observar todo con atención, aprender y disfrutar. Y no sólo porque su propuesta rinde homenaje a una de las primeras mujeres artistas del surrealismo, Leonor Fini, sino que el savoir faire de Chiuri no puede tener otro calificativo.
Era la tercera colección de la ex directora creativa de Valentino y es la que más se aleja de lo que nos había mostrado hasta el momento. Los tonos empolvados dejaban paso al binomio blanco-negro y la ausencia de estampados a la unión de grafismos y referencias arquitectónicas.
Ya lo dijo Grazia en su colección prêt-à-porter primavera-verano 2018 en una de sus camisetas: “Why have there been no grat women artists? (¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?), haciendo referencia al título de un ensayo que publicó la historiadora Linda Nochlin en 1971, una crítica feminista a la historia del arte.
Christian Dior fue el primer galerista en organizarle una exposición a Leonor Fini, quien era alguien muy poco convencional en aquella época.